Monte de la Torre

A ti, viento

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opinión

Parafraseando a León Felipe decimos que “ El que decide es el Viento”, estamos totalmente de acuerdo con esta sentencia del ínclito poeta y, de seguro, que mis queridos campogibraltareños y, en especial, los tarifeños , entienden esto, pues ahí , en esas queridas tierras el aire en movimiento es el único y verdadero señor, el amo de este singular territorio.

Los exclusivos señoritos, los únicos ante los que hay que inclinarse, son los dos colosos eólicos, Levante y Poniente, dos gigantes a los que el mismo Hércules no pudo doblegar y hubo de escapar y, para disimular la derrota ante estos, se autonombró el vencedor de un tal Gerión.

Tú, viento, eres el dominante en tu Campo. Si queremos ir a la playa hay que contar contigo, pues de ti, respetado y admirado Eolo, depende, de tú decisión, según soples de una u otra dirección, el que vayamos a las tarifeñas o las sanroqueñas y malagueñas.

Tú, céfiro, puedes, si lo deseas, eclipsar el sol de nuestras vidas trayendo a nuestra mente nubarrones de negra y apesadumbrada tristeza.

Tú, Eolo, provocas , muchas veces, que las ventanas de nuestros ojos , esos cristales que reciben la luz del exterior y reflejan la interior, cuando la pena ahoga y oprime, el viento golpea, con las duras arenas de la injusticia social, esos vanos, cuando sopla desde el exterior y, cuando lo hace de las mismas entrañas, como huracanado tifón produce maremoto en el alma y el tsunami de la más honda tristeza arrasa el campo de la cara con olas de lágrimas.

Tú, aire, puedes ser brisa delicada que hace florecer en nuestras bocas la colorista y cálida flor de la risa o, por el contrario, generar en ese rostro el rictus de la flor marchita por la sequía que produce la falta de amor y comprensión.
Viento que nos desnudas y demuestras con ello que los ropajes son solamente eso, apariencia de una fastuosidad que es bien excusada.

Tú, viento que ululando, cual lobo hambriento, no me dejas en las noches conciliar el sueño. No tengo que temer nada de ti, tu intención no es devorarme, lo que pretendes es que esté en situación vigilante, que no duerma , que sea centinela permanente noche y día pues, son otros depredadores los que me quieren eliminar, son el paro, la miseria… una larga lista de enemigos capitaneados por la terrible crisis. Ellos y nunca tú son la amenaza terrible.
Viento amigo que despiertas al que se duerme en falsos sueños de fantasías inalcanzables, al que construye torres sin cimientos, torreones de falacias engañosas, castillos que tú, viento, tiras y derribas moviendo y agitando con inusitado brío las olas del mar frío y gélido de la vida.

Tú, Eolo, que quitas el sombrero a los que se consideran caballeros cubiertos desde la cuna para que, cual caja de Pandora, de su cráneo salgan esas ideas que en nada ayudan, pues a veces es mejor encontrar cabezas vacías que no llenas de muy malas ideas. Prefiero el serrín a la mala madera.

Aire, tú ayudaste, en otro tiempo, a llevarte al exilio a los que por sus ideologías no eran queridos en este país.

Viento, que también soplas abriendo camino para el que busca en el desierto del desempleo un oasis salvador de trabajo. Muchas veces, tú , en muchas noches, eres el único remero que conduce a la playa salvadora a la patera con rumbo incierto que ve en el Estrecho un amplísimo océano de perdición. Querido viento, haz que, como las canciones de ida y vuelta todos retornen a su lugar de origen que dejen de ser nómadas buscando el maná e hipotecando su patria.

Tú, viento, en una hora cualquiera en un día, que por suerte no conozco en el calendario de mi existir , como haces con las hojas secas del árbol caduco en otoño, me alejarás definitivamente de esta vida y me llevarás a la morada fría de la muerte congelando mi sangre y negándome ya este aire, esta alma tuya que me hace respirar, este oxígeno vital.

Tú, viento, como hiciste con el arbolito nuevo me quisiste enseñar el peso de los vicios y, sin romperme, también me jorobaste por veces, pero otro, no sé si El levante o Poniente, me dio la suficiente resistencia para seguir plantado en la vida y que, aunque mis ramas se extiendan por otros lugares, mis raíces, sí, mis raíces, que siempre estén en la tierra donde reinas tú, el admirado viento, pues ahí, amigos , “el que decide es el viento” y nosotros estamos encantados en ser siempre los súbditos de esa real pareja Poniente Y Levante, Levante y Poniente, los dos más grandes de la comarca que es el reino de los vientos, el Campo de Gibraltar.

Un último ruego, Eolo, tú que eres la más grande escoba, límpianos de esta pandemia, de este coronavirus que solamente viene a arruinarnos nuestras vidas, eliminándonos y dejándonos para siempre económicamente en situación precaria y haciendo al pobre pobrísimo y al rico, mejor no lo digo.

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