Agua de borrajas

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Causa enfado y bochorno la situación, rayana en lo tercermundista, que, en materia de transporte por vía férrea, sufre el Campo de Gibraltar. Bueno, causa tanto enfado y bochorno este problema como lo causa el resto de problemas que azotan a la población de esta tierra: el elevado índice de desempleo, los altos niveles de contaminación, la falta de infraestructuras y equipamientos y, para colmo de males, la lacra del narcotráfico. Todo ello como consecuencia de la servidumbre que supone para esta zona –milenaria encrucijada de caminos y civilizaciones– su condición de frontera sur de la UE, amén de otros imponderables, y con la perspectiva de un futuro tremendamente incierto, falto de proyectos a medio y largo plazo, en tanto se consuma la amenaza del Bréxit. Aunque en las líneas que siguen, y como botón de muestra, me van a permitir que me refiera única y exclusivamente al tema del tren.

Es impresentable que primero nos hayamos tirado no sé cuantos meses sin conexión ferroviaria y que luego, una vez restablecida dicha conexión, si es que de restablecimiento puede hablarse, hayamos tenido que soportar la afrenta de que, en lugar de máquinas y vagones como Dios manda, se hayan puesto a disposición de los usuarios campogibraltareños unas auténticas tartanas. No estamos en el culo del mundo, pero sí parece que estamos en el trasero de la Vieja Europa, o muy cerca, si me apuran, a juzgar por los humos y hedores.

Dicen que el que no llora no mama, aunque, por lo visto, los campogibraltareños no mamamos ni llorando. Claro que lo mismo no hemos llorado lo suficiente.

Entretanto, los responsables de los principales partidos políticos, aquellos que se tienen que poner de acuerdo para conformar un gobierno que tome decisiones e implemente iniciativas, se ocupan más de sus estrategias y cálculos electoralistas que de trabajar por el bien común y por dar solución a las necesidades y demandas de la ciudadanía. Puede que esto suene a demagogia, y tal vez lo sea, pero, lamentablemente, también es la pura verdad. Y lo grave del asunto es que todos por igual –PSOE, PP, C’s y UP– tienen su parte de culpa, aunque finjan que la cosa no va con ellos, no se den nunca por aludidos y miren siempre para el de al lado.

Ese plan estratégico que hace no mucho se anunciaba a bombo y platillo como panacea para los males del Campo de Gibraltar, poco antes de las elecciones generales del 28 de abril, desde las instancias de un ejecutivo central condicionado por su provisionalidad, es prueba de esto que afirmo. Sobre el papel, las medidas contempladas y previstas resultaban prometedoras y esperanzadoras, aunque no fueran acogidas con el mismo entusiasmo por todos los municipios de la comarca. No obstante, sin gobierno estable y sin presupuestos, se quedarán, como ya me temía, y hasta no se sabe cuándo –¡ojalá me equivoque!–, en agua de borrajas.

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