En rojo y negro

Alarmarse, 27 septiembre

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Y el estado de Alarma cesó, como vino. Un simple decreto acabó con el alarmismo que el estado de Alarma produjo en la ciudadanía. Ya están tranquilas todas las personas que se fían del Gobierno, de todos los gobiernos. Porque ¡por algo nos gobiernan! En esto de fiarse es relativamente frecuente encontrar en algún establecimiento de cierta solera un aviso del tipo: “En este local no se fía”. Y parece que bien hace la propiedad del mismo ya que fiando, fiando la ruina se va plantando.

Si por algún vaso de vino no hay quien fie, ¿Cómo es posible fiar todo el bienestar de la ciudadanía a un político? Pregunta que se hacía un foráneo que pasmado se quedaba de ver con cuanta facilidad las gentes de este territorio pierde la memoria, o igual nunca la tuvo, de tantas y tantas promesas realizadas en aras del codiciado voto, para luego ¡que si te vi no me acuerdo!

Ya no hay por qué preocuparse, la pandemia está controlada, aunque algún que otro “brote” puede salir por aquí o por allá. Y la inmensa mayoría de las personas quieren vivir la vida que normalmente antes vivían en esta “nueva normalidad”, que pocos saben en qué consiste, más allá del uso de mascarillas de vez en cuando y dependiendo de qué. Ojo que por otro lado hay quienes anuncian que el virus, el dichoso y malévolo virus, sigue entre nosotras. Pero ¡oiga! De lo que realmente tendrían las personas que estar super alarmadas nadie dice ni mu. Porque ¿el Cambio climático ya se frenó?

Para esa Madre de todas las tragedias y super pandemias, ningún gobierno está dispuesto a poner remedio. Porque ¡hay que reactivar la economía! ¡SI! Aquella que alimenta la negra bestia de la destrucción de los ecosistemas terrestres. Nada se ha hecho para reducir, e incluso suprimir, las emisiones de CO2 a la atmosfera. Todo el llamado sector turístico sigue añorando los millones de turistas que se desplazan utilizando medios contaminantes. Las compañías aéreas y el sector del transporte de viajeros se preparan para quemar cantidades ingentes de carburante. La industria en general, pero la petroquímica en particular, activan el aumento de la producción. Para quienes acumulan riquezas la nueva normalidad será la normalidad de siempre.

Y eso es así porque quienes gobiernan no quieren, o no pueden, potenciar alternativas, para que la economía basada en la quema de combustibles fósiles se transforme radical y urgentemente para no seguir contaminando. –Oiga, es que eso es ¡caro! – Mucho más cara serán las consecuencias que sepultarán a millones de seres humanos y destruirán los medios de producción. El cambio climático que ya experimentamos está aquí y no parará en comerse todas las zonas costeras y desertizar las tierras más ricas del planeta.

Un reducido, aunque cada vez algo mayor, número de irreductibles personas conscientes del peligro, alertan, gritan y manifiestan que el punto de no retorno ya se ha alcanzado y que la especie humana se enfrenta a una extinción masiva. Pronto volverá a convocarse una huelga por el clima, como la del 27 de septiembre del año pasado. Pero que nadie se llame a engaño: Con huelgas y manifestaciones “testimoniales” (aunque sean multitudinarias) esto no se arregla. Es hora de actuar no de reivindicar. Los actos reivindicativos suenan a las procesiones rogatorias, cual “invocatio” de dioses páganos, trasladando peticiones a los santos políticos, imágenes sin vida, “muñecos” del destino que aseguran la codicia y la avaricia de unos pocos

Algo habrá que hacer y pronto. ¿Podría la ciudadanía declarar por su cuenta el auténtico Estado de Alarma contra el Cambio Climático?

 

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