Aquella chica estaba acostumbrada, desde muy niña, a ver en su cielo de ilusiones cometas de colores. Un día, entre los muchos aviones que hay en los hangares del aeropuerto de su ciudad natal, vio uno muy hermoso y lindo. En verdad que le agradó sumamente exteriormente. El piloto le invitó a subir diciendo que, en el aeroplano del amor solamente irían ellos. La muchacha llena de dicha accedió. Retirada la escalerilla despegaron; todo eran bellos ofrecimientos pero, ya en el aire comenzó la tormenta, aquel machista la quiso alejar de todo, aislarla y maltratarla.
Aquel déspota quería solamente él gozar de tener los mandos de la aeronave familiar. La mujer contactó con la torre de control policial. Se lanzó en paracaídas, no le importaba morir.
Estaba en juego su dignidad y, por su arrojo y decisión salvó. Abajo le esperaba el colchón de una sociedad concienciada en luchar contra el maltrato de género.
Unos cazas interceptaron al bombardero pilotado por aquel abominable ser. Obligado a aterrizar le quitan y destituyen de la licencia de social vuelo a ese acosador.
Por suerte ya no hay bombarderos que simulan ser avionetas de recreo o engañosas cometas de ilusión sentimental para engañar a mujeres que, inocentemente, creen que se les promete un periplo lindo y fascinante, una ruta de verdadero amor, pero, tras esas promesas se oculta lo que resulta ser un calvario y sufrimiento mortal.
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