Monte de la Torre

Carta a nuestros salvadores

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(A Todo el personal sanitario, abnegados vocacionales militantes de la salvaguarda de la maravillosa e imprescindible salud)

Sanitarios/as:

Estas palabras que os escribo, desde la gran libertad que goza el que vuelve a poseer de nuevo el preciado bien de la grandiosa salud, son para manifestaros a vosotros/as, todos los miembros del equipo sanitario del hospital en el que fui ingresado y , por supuesto, a todos aquellos que ejercen su labor ,en centros hospitalarios públicos o privados, lo mucho que os debemos. Meritorio trabajo es el vuestro siempre y, más en esta situación tan crítica que vivimos, una entrega incondicional y absoluta por hacer que recuperemos la normalidad. Desde las/os responsables de limpieza hasta los doctores/as , cada uno de vosotros/as , en vuestros respectivos puestos habéis hecho lo indecible por rescatarme de las garras del terrible Coronavirus y,.. ¡Valientes, lo habéis logrado!

Lo teníais difícil porque ya no soy un jovencito, el que escribe esta carta es un octogenario. Mis antepasados lucharon en la guerra de Cuba y Marruecos, mi padre en la de España, esa que yo viví ,desde la asolada retaguardia, siendo un pequeño de unos diez años ; pero nunca pensé que me quedaba por ver y sufrir ya una de las últimas batallas. Ésta en la que yo, dada mi edad, ya consideraba por perdida pues, estoy muy tocado por los años de lucha cotidiana en esta vida y dolencias coronarias. En esta cruenta guerra no había aviones bombardeando, ni barcos torpedeando a las baterías que, desde la costa, en tierra, quieren rechazar cualquier desembarco invasor.

La tropa enemiga está muy bien camuflada, tan camuflada que, resulta a nuestros ojos invisible su ejército terrible. Yo no buscaba este combate, rehuía cualquier enfrentamiento, porque ya mis físicas armas no soportan tanto. No sé dónde me sorprendió este horrible invasor, fui mortalmente herido por ese virus. Me recogió mi familia en ese frente cotidiano, con una fiebre tremendamente elevada y una tos insoportable. Este anciano que ya lleva varias décadas jubilado en lo laboral, y que ahora, dichoso cumplía con otras pacíficas misiones, como todos los abuelos de mi edad ; cometidos que , aunque parezca que no son productivos socialmente, resultan muy valiosas para asegurar los mejores cimientos , las bases de una sociedad fuerte en valores y, ahí, donde la escuela y la familia son pilares, aparecen nuestras personas, los del grupo, en este caso de riesgo, los de la tercera edad que somos pieza clave, con nuestra palabra y consejos , para que nuestros nietos tengan una infancia muy feliz y que mañana sean como son ustedes, ejemplos de profesionales en cualquier labor que realicen para engrandecer este país .

Sí, esos nietos que, cuando me vieron enfermo, casi mortalmente caído en esta lucha, yacente en una cama, parecía que se morían de tristeza; por eso, salvadores míos, os agradezco doblemente lo que habéis hecho por mí, pues , al devolverme a la calle, a la vida normal, mis nietos y yo somos los primeros en congratularnos . Mi mayor felicidad en esta vida, como todo abuelo/a, es estar con ellos. Los niños son las flores sociales, esas que mañana, dentro de unos años, serán grandioso fruto si han sido bien regados por los adultos.

La infancia y los ancianos, los dos extremos de la vida, nos necesitamos mutuamente.
Sufría mucho cuando , desde la ventana de mi habitación hospitalaria, esa singular celda donde ustedes me proporcionaban y suministraban la ayuda médica y de ánimo necesaria para intentar superar y vencer a este singular enemigo, desde ella veía como alguno de mis nietecitos venía, diariamente, con mi hija que le acompañaba y me hacía señas, abrazaban el aire cual si fuera mi cuerpo y me lanzaban besos. Sus lloros y lágrimas me rompían el alma. Distanciados físicamente y más unidos por este dolor. La madre, rota de pesar, aguantaba; pero su corazón se le quebraba con el miedo a que no me volvieran a ver más y que, un día, desde aquella acera, miraran para la cristalera y no apareciera mi corcovada figura. Una llamada de teléfono les comunicaría después, que estaba en situación crítica o, que ya me perdían para siempre, que había muerto en el combate víctima del coronavirus.
Pero, ustedes y Dios, pues , sanitarios míos, soy creyente y, como tal , comprendo que la divina protección es la que ilumina a tan humanitarias personas que son como ángeles custodios que, siempre están a los pies y en la cabecera de los muchos que, como yo, llenamos las habitaciones de los hospitales que se hallan repletos de heridos graves en una guerra sin cuartel, de extrema dureza.

Según las noticias que oigo, ahora que estoy libre del virus, sé que muchos de ustedes, por su arrojo, por su profesionalidad y valentía son también víctimas de este terrible invasor . Pido que les doten de todos los medios y recursos para estar exentos de contagio alguno, que no les falte nada.

Ahora comprendo cuando veía , en fechas atrás, como la sanidad se manifestaba reclamando la atención que merece por parte de la administración. Ni que fuera un aviso de lo que ahora acontece. Pedían unas singulares armas, equipos defensivos, preventivos y curativos para cualquier pandemia y , por supuesto ser reconocidos económicamente como se merecen, pues ustedes son los primeros, la fuerza de choque en la enfermedad , investigando y también la que está ayudando a levantarnos de la camilla, a que sigamos en esta vida . Sanitarios, merecen todo porque no está pagado con dinero lo que hacen por salvarnos y lo que sufre ese médico/a o enfermero/a cuando ve que se apaga la llama de vida de un paciente, la tristeza que les aflige el corazón cuando eso ocurre y, la alegría desbordada al ver que nos recuperamos y marchamos del hospital.

Esta batalla, por desgracia, para muchos abuelos ha supuesto el final de sus días, pero los que han perdido la partida del vivir ya no los encontraremos para jugar, en el centro social o en cualquier bar , para sostener una muy agradable de mus o dominó, los que echaremos de menos cuando veamos el banco de un parque vacío , pero donde más vacío dejan es en esta sociedad y en sus familias donde unos nietos, tengan la edad que sea, siempre notan de menos la ausencia de su gran tesoro vital que es, tener al lado a un abuelo/a, los que siempre tenemos nuestra mano tendida al nieto, abierta pero llena y, sobre todo de algo más que unos euros de nuestra pequeña pensión, colmada de las flores que no marchitan nunca, las del amor a una sociedad que necesita de gentes comprometidas para que mañana, en la profesión que estén , al igual que ustedes hacen en esta tan grandiosa y trascendente, sean hombres o mujeres luchadoras en pro del bien colectivo. Si fuera más joven, no lo dudaría , me alistaría en sus tropas, comenzaría a estudiar para ser un miembro del grandioso cuerpo que milita en la sanidad.

Gracias, muchas gracias a todos desde el PAC al hospital y , después de esto, cuando sea derrotado este enemigo, les sean reconocido los méritos que ya siempre han tenido y que ahora, cuando nos vemos en la encrucijada es cuando lo valoramos y que nuestros gobernantes comprendan que Sanidad y Educación son los pilares de la convivencia, sin salud y sin preparación no podremos avanzar.

Un abrazo agradecido de este octogenario a quien se le saltan las lágrimas de emoción al pensar que, si no fuera por ustedes, sería ya otra víctima del virus fatal y , deseo testimoniar y expresar mi sentido pesar por todos/as los que en sus hogares han sufrido la gran masacre, ésa por la que nuestra sociedad siempre queda sumida en un permanente dolor y, a esos otros niños que , por desgracia, quedan sin un abuelo/a a quien abrazar, pero sé, que siempre vivirán en el recuerdo y en sus corazones, les digo que resignación que ustedes todo lo intentaron y que fueron los más afligidos al ver que se marchaban para siempre .
Viva la sanidad y vivan los profesionales que luchan por mantenernos indemnes de toda enfermedad. Sé que ellos vencerán al Covid-19 porque son profesionales inmejorables y, solamente les falta dotarlos de las mejores armas, los medios para defendernos defendiéndose y, como no , tener una sentida mención para esos soldados de salud que, con galones o sin ellos, han caído víctimas de esta cruel enfermedad.

Un aplauso, esta vez desde el inmenso balcón de la saludable libertad, para todos los que luchan por exterminar a este mal tan terrible que , de seguro ,entre todos lo lograremos.

Fdo.
Un paciente impaciente que desea ver a su país y a sus gentes fuera del confinamiento y , viviendo la normal vida cotidiana y nunca sumidos en miedo y angustia.

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