Manuel Ramírez Tocón | Articulista
El agudo tintinear del martillo en el yunque marca el compás del martinete de dos corazones aliados, pero la aleación de metal y sentimientos necesita mucho mas que el sudor y la dedicación del herrero para que fragüe en el tiempo.
La perfección en el filo de las saetas y la templanza del metal solo forman parte de una tramoya donde se interpreta la vida misma y donde la formalidad, de cara a la galería, solo viene a engordar los números de las finanzas comerciales.
Para lanzar al aire un te quiero limpio y sincero no hay que buscar un almanaque que indique el cuando, el como y el donde. El amor no tiene perfil bueno, y no ha de esperar por tanto el flash y el enfoque para perpetuar un cariño tan superlativo como irreal. Debe ser el guión manchado con polvo de alas de mariposas el que te empuje a volar sobre lo material que solo alegra los sentidos pero distorsiona la esencia arrinconada.
Bajo ningún concepto estoy en contra de encender velas y envolver esfuerzos, al fin y al cabo la vida nos la pasamos decorándola, pero nunca saldré a escena, con apuntador incluido, para buscar el aplauso de un publico entregado a zambullirse en tus adentros.
San Valentin se enfrentó a emperadores que negaban las uniones entre jóvenes, que lejos está este origen del San Valentín de Gucci o Dolce & Gabbana. Que lejos estamos de cuando las declaraciones iban impresas en recortes de cuadernos y no en Visa o MasterCard, cuando tomar la mano no iba seguido de un anillo de diseño y cuando los besos no los financiaba los microcréditos de la tele.
Pronto será 14 de febrero. Mire Usted Sr. Cupido, déjeme con mi andar sereno y busque entre las efervescencias hormonales sus trofeos. Si a unas malas, el día se le da mal, acuda entonces a mi encuentro y bata fuerte las alas, de esta forma habrá culminado su cacería sin lanzar una sola flecha y de paso me habrá ayudado a apagar la vela.
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