Monte de la Torre

El paraguas familiar

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Todos los niños, para llegar a ser adultos equilibrados,
necesitan gozar de que sus manitas vayan agarradas al mejor de los paraguas,
el que está hecho con la tela más delicada y preciosa
la que se llama amor paternal y maternal.

Pero los progenitores deben ser conscientes
de cuando necesitan sus hijos del paraguas porque la adversidad es fuerte y
cual escudo protector, les evita no que cojan una catarrera
más de lo peor, que queden afectados para siempre de la falta de humanos valores,
pero, si el paraguas es de mimo
y, a la mínima nube, ya está cubriendo a los pequeños comete un daño irreparable porque cuando el agua es mansa, sosegada y apacible
ayuda a ese crecimiento humano pues, al igual que en las plantas,
el riego de las nubes del vivir es fundamental.

Da gusto ver al paraguas familiar abierto y aguantando cuando los vientos huracanados y las lluvias torrenciales acosan a los pequeños
pero, recordemos que ese paraguas son ellos los que lo deben utilizar
aunque nunca lo usen como sombrilla para dormirse a la sombra
y no mover un dedo por un mundo de hábitos responsables.

El niño disfruta rompiendo charcos,
salpicándose aguas y alguna que otra mojadura le es necesaria
pero, lo que no puede ser es que en la infancia
ningún niño/a tenga a su lado el paraguas familiar
por culpa de que, sin siquiera abrirlo,
lo rompiera el aire de la discordia
y el paraguas, olvidándose de su misión,
se aleje de las únicas manos que lo necesitan agarrar,
los amados y queridos hijos
en esa etapa del vivir divino.

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