El tiro por la culata

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José Antonio Ortega | Periodista y Escritor

El Juzgado de Instrucción nº 2 de los de Algeciras acaba de rechazar –hace apenas escasos días– el recurso de reforma contra el sobreseimiento provisional y archivo del procedimiento a que dio lugar la denuncia que en enero de 2013 –tirando de las arcas del Ayuntamiento– presentó Jorge Romero –con la ayuda inestimable del PP– contra los tres últimos exregidores socialistas por supuestos delitos contables, societarios y contra la Hacienda Pública, durante su etapa al frente de las empresas municipales, así como contra los miembros de sus diferentes consejos de administración. Noticia a la que –no he podido resistirme– dedico lo que resta de este artículo.

Como ya dije en abril del pasado año, cuando conocimos la decisión del titular de dicho juzgado de sobreseer y archivar la causa (que el señor Romero, con el dinero de todos los ciudadanos de Los Barrios, no dudó en recurrir), estoy plenamente convencido de que el resultado final de la investigación y las diligencias abiertas no podía ni puede ser otro que el que está siendo. Y lo estoy –estoy plenamente convencido– por una razón bien sencilla. La misma que ha movido al titular del Juzgado de Instrucción nº 2 de Algeciras a adoptar la resolución que ha terminado adoptando. No hubo mala fe ni hubo comportamiento delictivo alguno en la dirección y gestión de dichas empresas.

Es verdad que sobre el caso todavía tiene que pronunciarse la sala correspondiente de la Audiencia Provincial de Cádiz, pero esta nueva resolución judicial es un buen preludio de lo que –eso creo– con toda seguridad va a ocurrir en breve.

En quien sí hubo mala fe fue en el actual alcalde de Los Barrios llevando a pleno la iniciativa de emprender acciones penales contra los afectados con el único objetivo de satisfacer su odio y saciar sus ansias de revancha, teniéndosela jurada, como se la tenía y se la tiene, al PSOE.

La mala gestión, si es que la hubo, no constituye acto delictivo por sí misma. La ineptitud tampoco. Pero, si así fuera, el primero en merecer cárcel, y antes de que su segundo mandato concluya, podría ser el propio Romero. Entre otras cosas, porque tan importante o más que los actos que los seres humanos llevamos a cabo son los motivos que se ocultan tras ellos.

No espero que el hoy primer edil barreño pida perdón, aunque debería. Lo que sí espero es que algún día pague por el dolor causado a ciudadanos buenos y honestos de Los Barrios que tal vez pudieron cometer algún error en el ejercicio de sus responsabilidades públicas pero que ni sacaron provecho para sí mismos ni provocaron perjuicio ni daño a nadie. Lástima que de él precisamente, y de su labor de cinco años al frente de la alcaldía de este municipio, no se pueda decir lo mismo.

El señor Romero, con la ayuda de sus cómplices, quería hacer blanco en quienes le precedieron en el cargo, a fin de ver cumplidos sus enfermizos afanes de venganza, y para ello no ha tenido escrúpulos a la hora de disparar indiscriminadamente sin meditar las consecuencias. Algo que dice mucho respecto de su condición como persona. Solo por tal modo de proceder, esto es, no tener escrúpulos, pienso que no merece continuar siendo alcalde de los barreños y, por tanto, como es lógico, deseo que deje de serlo a la mayor brevedad posible. Afortunadamente –y discúlpenme si, por falta de originalidad, me reitero en la expresión que sigue–, el tiro, una vez más, le ha salido por la culata.

 

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