Entender el conflicto de Yemen

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JuanLu González | Ecritor y Analista

El conflicto de Yemen, si tuviese que definirse con un sólo calificativo, sería con el de «guerra incómoda». Incómoda para los gobiernos de occidente, pues inequívocamente están del lado de los criminales de guerra, de los violadores de los derechos humanos, de los asesinos de niños. Incómoda para los medios de comunicación, que juegan —una vez más— el papel de cómplices necesarios con los agresores mediante la ocultación de la verdad y el encubrimiento de los crímenes contra la humanidad que se suceden cada día en el país más pobre de Medio Oriente y el más poblado de la península Arábiga.

Sin embargo, de cuando en cuando, la gravedad de la situación obliga a los medios de masas a ocuparse por unos días del último bombardeo saudí contra escuelas, hospitales, mezquitas o autobuses cargados de niños. Pero la atención mediática suele durar poco, sólo hasta que pueda ser distraída de nuevo con otras noticias más del agrado, bien del consejo de administración que controla el medio de su propiedad, bien de sus anunciantes públicos y privados. 

Ambas instancias colaboran, se confabulan y traman para que «la mayor crisis humanitaria por la que atraviesa la humanidad», apenas si merezca una mínima atención de la opinión pública mundial y evite que esta pueda activarse para exigir responsabilidades a sus gobiernos nacionales o a los chiringuitos desinformadores de masas.

Ese es el motivo de que, al margen de algunas someras pinceladas de trazo grueso, por lo general escabrosas, apenas nadie sepa qué está sucediendo realmente en Yemen y cómo se ha llegado a esta situación. Y no, no es que el tema sea tan complejo como para que no pueda ser comprendido por la mayoría de la población, ninguno en política internacional lo es. Lo que sucede es que, las contradicciones entre lo que dice defender un gobierno o un estado y lo que hace en la práctica, son tan grandes que, su conocimiento, haría socavar —aún más— la credibilidad y la confianza del pueblo en la clase dirigente. Por eso es tan importante para el poder mantenernos alejados de este tipo de disquisiciones. Un ejemplo, Estados Unidos quiere proyectarse a sí mismo como un exportador de democracia. Si la opinión pública fuese consciente de las dictaduras y tiranías que su país ha impuesto en el mundo y cómo lo ha hecho, su discurso no le duraría un segundo, pero ni en el exterior, ni tampoco en el interior. De saberlo, a pocos norteamericanos se les ocurriría izar orgullosos una bandera de barras y estrellas en la puerta de casa al comenzar el día.

Yemen sufre, desde su reunificación en 1990 entre la República Árabe del Yemen (Norte) y la marxista República Democrática Popular (Sur) muchas tensiones no resueltas, tanto internas, de carácter político y étnico confesional, como externas. El país ha sido objeto de constantes invasiones por parte de Arabia Saudí, que siempre ha pretendido apropiarse de todo su territorio. De hecho, ocupa impunemente desde los años 30 del pasado siglo hasta hoy, regiones costeras del noroeste yemení gracias al apoyo británico.

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