DESDE MI ALDEA

Entre dunas, cielo y mar… Palmones

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El alba exhala a destajo
cien mil saetas de oro;
mi aldea paciente y dormida
supura por sus heridas
la sal de su tesoro.

Enamorarse del encanto de esta coqueta aldea marinera no es nada difícil. Palmones posee un enorme balcón por el que puedes asomarte cada mañana a la representación de un rito que te hechiza y te seduce hasta el punto de engendrar en tu ADN el cromosoma salobre del perdido Portus Albus.

Hay quien asegura ser testigo de las madrugadas donde el mismísimo rey de los mares se ha acercado a nuestra bahía para cromar su tridente con el centelleo plateado de las olas mientras sus inseparables sirenas han aireado sus escamas sobre la fina arena sembrada, siglos atrás, de pisadas corsarias.
No se puede hablar de otra forma si tu encargo es describir los siniguales que tiene este bendito rincón andaluz. La prosa se me antoja escueta para delinear un Palmones que se deja querer nada más pisar las antiguas salinas o mientras abres tus sentidos durante un paseo junto a las marismas del río que nos cedió su nombre allá por el ocaso del siglo XV. Y es que de estos años se tiene conocimiento de asentamientos de personas venidas de Jerez, Sanlúcar y zonas aledañas para trabajar de calafates u otros oficios en los astilleros que los Duques de Medina Sidonia tenían en Palmones.

Barniza de brea la quilla
de este bote atunero,
que mandan los de Medina
los que ponen la gallina
en este puerto Palmoneño.

Pero sin tener que pasear por su historia, Palmones te enamora; no puede ser de otra forma. Su color, su olor, sus calles, sus plazas, sus paseos, sus parques, sus terrazas y sobre todo, su gente es el aval que garantiza la vuelta del peregrino que sigue los pasos de los deseosos del buen yantar, de diversión y de momentos únicos disfrutando de un entorno maravilloso.
A Palmones, como a todo, se le nota el paso del tiempo, pero para bien. La niñez y la juventud la pasó entre cañas, brezos y arena. En este modesto marco se desarrolló una creatividad cultural, sobre todo folclórica, que junto a las tareas propias de la labranza de sus huertas y ranchos como de la siempre presente pesca, sentaron las bases del Palmones moderno. Este legado ha ido pasando de generación en generación y ha hecho posible que Palmones sea una población con identidad propia.

Para finalizar, tengo que destacar un día que brilla distintos al resto del calendario; el dieciséis de Julio. Palmones se cita con la Reina de los mares.
Nuestra Señora del Carmen acude, como cada año, a su cita con su pueblo. Pies descalzos, medallas, rosarios, promesas y, sobre todo, amor, devoción y respeto por la que ocupa un rincón en cada casa de Palmones y un hueco en todos los corazones de los que aquí habitan.

No puedes hablar y te oigo.
No puedes caminar y sigo tus pasos.
No puedes oír y te rezo.
Solo puedes sonreír y contagias mi alma.
¡Viva la virgen del Carmen!,
que abandona su morada
Por las calles de Palmones
va la Virgen Coronada.

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