En rojo y negro

Gaia se revuelve

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Hace ya unas décadas, en 1969, el científico James Lovelock, tuvo la intuición de que el planeta tierra autorregula la vida, como en realidad hacen los organismos vivos que se adaptan para conservarla, y que afectan a aspectos esenciales de los ecosistemas como son la temperatura y las condiciones bioquímicas, tanto en los mares como en las partes terrestres. La historia de las extinciones masivas de especies no es corta y conforme los paleontólogos investigan más episodios de este tipo, se van catalogando. Sin ir más lejos, el oxígeno esencial para casi toda la vida en este Planeta, fue un elemento “contaminante”, en un momento de la evolución. La teoría sobre Gaia (Planeta Viviente) sostiene que la vida en el Planeta se autorregula, llegando a modificar las condiciones para su pervivencia.

La Organización Mundial de la Salud ya ha calificado de Pandemia la emergencia sanitaria originada en China hace pocos meses. Los datos que se aportan son pequeños, considerando al número de infecciones o defunciones. Sin embargo, la rapidez de la propagación parece estar en la base del calificativo. Por otro lado, en una economía globalizada, este fenómeno es tan nuevo que no parece que ningún gobierno haya previsto siquiera la posibilidad de que ocurriera, ya que los sistemas sanitarios están desbordados. Las medidas, para evitar contagios masivos, están orientadas a facilitar la operatividad de las respuestas médicas, ralentizando el ritmo de demandas asistenciales en los centros de Salud. Nada se sabe de una vacuna que permita frenar el contagio, a pesar de todas las alarmas y del número de laboratorios que están en ello. ¿Tan complicado es?

Los efectos en las economías están siendo devastadores e imprevisibles. Otra prueba más de la ausencia de planes de contingencia ante un panorama posible que nadie había previsto que se materializara. Faltan servicios y material médico hasta en los países más desarrollados, que son los que, gracias a las comunicaciones, tienen los niveles más altos de infecciones. Además la suspensión de las actividades económicas están alterando todos los hábitos de vida y a estas alturas nadie garantiza nada sobre las inmensas perdidas económicas para familias y sectores productivos.

Y en este marasmo, que ya está aquí, una de las consecuencias evidentes es la reducción de los niveles de contaminación que tanto se precisan para reorientar el cambio climático. Al cesar la actividad económica en cascada, la producción de elementos contaminantes ha caído drásticamente; los consumos de combustibles fósiles se han reducido muy significativamente; la quema de los mismos en las capas altas de la atmosfera casi ha cesado, con las prohibiciones a escala mundial de vuelos; la reducción de desplazamientos por cierre de centros escolares, asistenciales, deportivos, y productivos, permite el saneamiento del aire en las grandes ciudades… ¿Gaia se revuelve? Esta Pandemia podría ser una nueva oportunidad para recapacitar y modificar: los modelos productivos, las pautas de consumo, los conceptos del uso y disfrute del tiempo, del ocio (forzado ahora), y necesariamente el sistema de redistribución de las riquezas para permitir la vida en este Planeta (Viviente).

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