Importaciones: No es lo mismo, ni debe serlo

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Manuel Ramírez Tocón | Articulista

Si sobre el mostrador de cualquier bar del pueblo o sobre la silla del local de ensayos intentamos con los nudillos marcarnos un tres por cuatro, estoy seguro que nos saldrá, pero igualmente lo estoy al decir que el compás estará huérfano de denominación de origen si lo comparamos con los que suenan sobre el falso zócalo de una casapuerta de la Viña, sobre los largueros del mostrador de un bache de Santa María, sobre el pasamanos del Vaporcito del Puerto, sobre un varal del Ecce-Homo, en su Martes Santo, sobre un ladrillo colorao del Gran Teatro y sobre un cucurucho de cazón en adobo en la Plaza las Flores.

Tan seguro estoy de esta comparativa como de que no debe producirse pues nosotros somos nosotros y eso es Cádiz y allí hay que…

Invirtiendo los términos, tampoco arengaría yo a María La Yerbabuena si oigo a Martínez Ares cantar al Palmarillo, al Barrio Cisco o a la Mujer barreña porque, aunque bien cantao, nunca esas letras irán borrachas del orgullo de compartir este maravilloso rincón de la Comarca del Campo de Gibraltar, pa eso mi Gordo, mi Kiki, mi Daniel o mi Vera.

Mas o menos eso siento cada vez que quito la página de enero del almanaque de la cocina y me da todo el carnaval en la cara. Aquí intentamos hacerlo lo mejor posible, y lo hacemos muy, pero que muy, dignamente, aunque de nuestros nudillos nunca saldrá el compás de la tacita pues ese compás está dentro del ADN de los pishas y de los carajotes.

Si le vuelvo a arrancar otra página al de Alpandeire, me llega el azahar, el incienso y la chicotá de madrugadas de encanto. Aquí de nuevo estoy en contra de importaciones sin copyright dignas de quedarse en las aduanas del buen gusto.

De ninguna de las maneras debemos copiar el crujir de una levantá en Triana si lo que verdaderamente queremos es subir al cielo al Medinaceli en la Calle Los Francos. El Señor debe subir empujado por el orgullo impreso en nuestra denominación de origen barreña y no por la opulencia de otros. Pero que nadie se equivoque, en ningún momento estoy limitando el progreso en patrimonio y en ornamentación de nuestras salidas procesionales, solo alerto sobre la perdida de la identidad de unos pasos que en sus orígenes eran portados por cargaores y horquillas y no por costaleros. No debemos acelerarnos en progresar porque por mucho que corramos nunca doblará nuestro Nazareno la calle Sierpes ni nuestro Buena Muerte girará en la calle Larios, ni nuestra Señora del Carmen paseará en julio por la Caleta. Todos ellos harán su digna presencia en nuestras calles, las que nos han visto crecer y ser lo que nunca debemos olvidar.

Reitero mi valoración por las mejoras palpables de nuestras hermandades año tras año, pero toda perdidas de identidad debe tener un límite, no me imagino a nadie bajar la calle a las 4 de la madrugada de un Jueves Santo envuelto en maromas y con la espalda despellejada a latigazos, por mucho que eso se estile en los pueblos de Castilla y León.

 

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