La pertinaz sequía

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El Campo de Gibraltar afronta el otoño con una pertinaz y extrema sequía, la más grave de los últimos 25 años. Cualquiera que se haya dado un paseo por el Embalse de Charco Redondo podrá advertir el paisaje desolador que ha dibujado la falta de lluvias y la mala gestión de las aguas embalsadas. El viejo puente, completamente descubierto, emergiendo sobre una planicie arcillosa y seca, de tierras fracturadas, nos anuncia que las reservas de agua están bajo mínimos, y las plantas y animales están sufriendo como nunca el zarpazo mortal de un agostamiento sin fin.

El embalse de Charco Redondo en Los Barrios, se encuentra por debajo del 20% de su capacidad o llenado, mientras que el embalse del Guadarranque, en Castellar, está al 32% de su capacidad. Entre los dos grandes embalses no tenemos agua ya ni para un año. La sequía no es sólo un fenómeno local, Andalucía en general viene perdiendo agua embalsada ya hace cuatro años de forma continuada, afrontando un nuevo año hidrológico con todos sus embalses a menos del 40 % de su capacidad de almacenamiento y con un volumen total de 1.580 hectómetros cúbicos acumulados, lo que representa una reducción del 46 % respecto a la media de la última década. Los embalses del Campo de Gibraltar se encuentran a menos del 27 % de su capacidad, mientras que el Sistema Béznar – Rules (Granada) presentan un 73 % y los embalses almerienses de Benínar y Cuevas del Almanzor están secos, entre un 8 % y un 14,7 % de capacidad, respectivamente. Estamos por tanto ante un problema muy serio de efectos impredecibles.

La educación ambiental y la sensibilización sobre el ahorro hídrico están muy bien, pero seamos realistas, el problema de la falta de agua no se debe al consumo doméstico sino a los efectos negativos del cambio climático y la mala gestión del agua. Cada año llueve menos y en menor cantidad, y por tanto debemos de ser conscientes que se está produciendo un drástico cambio en el clima local, que nos está pasando factura y que conllevará una rotunda transformación del paisaje y entorno natural, provocando la desaparición de muchas especies de plantas y animales, y la llegada de otras de latitudes desérticas o más cálidas. Deforestación, desertización y desertificación, tropicalización marina, aumento del nivel del mar, pérdida de playas, marismas y terrenos costeros, aumento de las temperaturas o falta de lluvias son fenómenos asociados al cambio climático y el calentamiento global que nos amenaza sin remedio. Ante este futuro nada halagüeño, los políticos, las personas que detentan el poder y las decisiones tienen que reaccionar y trazar un plan para evitar la catástrofe, la falta de agua para la población y el colapso ambiental que puede provocar con el tiempo la falta del líquido elemento.

Mientras que la Junta de Andalucía se encuentra enfrascada desde mayo en la tramitación de un decreto de sequía para regular el consumo de agua, las posibles restricciones y el uso de acuíferos con los que paliar el periodo seco que venimos sufriendo desde 2018, el agua desaparece por día en nuestros pantanos y ríos, y todos los organismos presentes en nuestros campos se mueren de sed o achicharrados por un sol que no nos abandona.

Se tienen que tomar medidas valientes y previsoras con urgencia. En gran medida, la falta de agua no sólo se ha debido a la carencia de lluvias, sino también al uso o gestión hídrica. Se ha malgastado mucha agua; se ha vendido un gran caudal a la Costa del Sol y a la industria de la zona; se ha llevado en grandes buques; se ha despilfarrado y despilfarra en canales y tuberías rotas hace mucho tiempo; existen incontables tomas ilegales en arroyos y ríos tributarios; se han agotado y contaminado numerosos acuíferos; se ha devuelto mucha al mar cuando abundaba; se ha hecho negocio con el agua de la vida… La sequía y las malas decisiones han mutado en tierras agrietadas y polvorientas, en las que cantan los grillos y mueren cocidas por el sol miles de náyades auriculadas. Un desastre ecológico sin parangón y un problema social con mayúsculas que nadie aborda, banalizando sus funestas consecuencias.

Actualmente se pretende ahorrar hasta un 20% en el abastecimiento urbano y el 75% en el riego mediante limitaciones al uso y restricciones, pero el agua embalsada ya no es suficiente. Habrá que tomar medidas serias con el agua que se destina a la industria y plantearse la construcción de conducciones y obras de emergencia. También se deberá barajar no vender más agua durante un largo periodo de tiempo, así como la posibilidad que puede ofrecernos la instalación de desaladoras y el uso correcto y sostenible del agua subterránea o los acuíferos existentes en nuestro entorno, un tesoro que debemos cuidar y nunca contaminar ni sobreexplotar. Como siempre ocurre, las cosas importantes de la vida nunca son tenidas en cuenta. Sufriremos sus consecuencias.

“Es importante estar cerca de cosas reales como la lluvia y el barro para tener contacto con la Naturaleza”.

Robin Day.

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