Monte de la Torre

¿Marcha real?

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Sí, marcha real, pero sin que suene esa música, es marcha, sin toques ni sones áulicos ni hacerle pasillo, ni besa manos.  Es penoso que este año, en este mes de agosto cuando siempre la mayoría de los españoles, de esa mayoría que por su economía se lo pueda permitir, se aprestan para preparar las maletas para unas vacaciones   en el mar, vivamos situaciones como está en que el rey emérito, que parece ahora perder los méritos adquiridos, hace su equipaje, pero no, como en veranos pasados con la ilusión de ir a   regatear a las aguas de Mallorca y al Palacio de Marivert. Se marcha, abandona el crucero de España, se va en barquito que no lleva nombre en su amura.

  Colón embarcó un dos de agosto de 1.492, hace ya siglos, en sus tres carabelas a descubrir lo que fuera, en aquel caso los vientos fueron favorables y le llevaron a las Antillas y de allí a ser el honroso descubridor de las Américas. Eran tiempos en que los barcos de España eran dueños de los mares del mundo. Época en que se hacía país y se llenaban las páginas de la historia de gloria, aunque tampoco, como siempre pasa, falten leyendas negras.”

 El monarca  español,   el que libró  al crucero  de  España  de pasar  a manos de otro  capitán, en aquel caso teniente coronel, ese  con quien  comenzamos felices a navegar  por las pacíficas  aguas  de  un piélago democrático, hoy, en esta  data  también  poco grata,     abrumado no por el peso  que supone  llevar tantos años la corona  sino por  la espada de Damocles  de lo que   le atribuyen, de esas  tormentosas nubes  negras que  se gestaron  en el extranjero  y ahora, en pleno verano,  nublan nuestro cielo, a él no le queda más remedio que  levar  anclas   y no para competir en deportiva regata, más para  intentar  que  el chapapote del crudo  dinero no  manche  a  quien debe estar   brillante y limpia, la  corona.

 Amparado por la   niebla y la bruma que traen otros suaves vientos de este verano tan calentito, se aleja.  No sabemos exactamente su rumbo y que destino el barquito tomaría; pronto conoceremos su hoja de ruta.  Es triste que el torpedo terrible lanzado por una bella mujer haga hacer aguas al yate más real al impactar en su misma línea de navegación. Pero como dijo el monarca en su día cuando otro de la real familia dejaba de estar en la foto, esa foto que cada vez se va haciendo con menos representantes: “La justicia es igual para todos”.  Esperemos que así sea para que el crucero de España siga surcando los mares de la historia con la cubierta impoluta de cualquier mancha, pues de la tripulación se puede esperar desliz, pero de los mandos nunca ya que deben ser, dado su honor, ejemplares con su comportamiento para ser merecedores de la pleitesía de los que confían en que el timón del crucero está en las más firmes y limpias manos       

Con lo que oigo y veo yo no quiero vivir como un rey porque   los placeres pueden durar   años en la poltrona y ser las más exquisitas mieles en tanto se saborean, pero, cuando hay pócima de resentimiento de alguien se convierten en el vinagre peor, auténtico y mortal veneno.

Cuando un barco se hunde, sea pequeña embarcación o yate de lujo, da pena porque indiscutiblemente las naos se han hecho para navegar, sean de cabotaje o alta mar; por eso, aunque el hundimiento haya sido provocado por jugar con fuegos que no eran de artificio y si de auténtico peligro, cualquier isla es buena para recoger al náufrago. Es un humano y los pecados capitales a todos nos tientan y más, cuando tienes todo y, para que buscar más.

 Siempre es mejor invitar a navegar en la barquita de recreo a mujeres de la tierra y no a Corinnas que    saben mejor que ninguna de temas áulicos.

Procedente del descubrimiento del Nuevo Mundo vinieron  a Castilla inmensas riquezas, pero ahora ,  cuando se habla de paraísos fiscales y de mucho dinero de  España   regado por el mundo, cuando  hay muertes y muchísimo paro  provocado  por el Covid-19 , sentimos  dolor   por tanta  hipocresía  y  nos preguntamos  si volverá  lo que tiene que venir , lo que nunca  debió  marchar  porque  igual   el viajecito  del  rey emérito  es solo  temporal, unas extrañas vacaciones   y, cuando se amainen  los   vientos , vuelve  a tierra  el que , desde  que baritó el elefante africano, lleva dando pasos atrás  y ni la abdicación bastó ,ya no le quedó más remedio  que  saltar por la borda, pero como es emérito y bien sabe nadar,  no se tuvo que mojar  ya que,  dado su rango y edad , escalerilla o puente de plata  le tendieron  para  embarcar en esa, su nueva  barca  o yate  que seguro  estará  anclada  a buen resguardo   de  más temporales. Pensamos  mucho   apoyados  en el proís  del puerto de la soledad e incertidumbre, escuchando el ensordecedor grito de  las pacíficas gaviotas   que se han convertido  en   bandadas  agresivas   que   picotean   las velas   del   lujoso yate, el   que  intenta   buscar   asilo en algún puerto   que no sea  español   pero, al remar en  esa nao , cada golpe  de   remo  resulta que, más  olas  de indignación levanta   en lo que debía ser  un mar  propio del verano, un piélago  de  dicha vacacional. Ahora está todo él agitado, alterado y revuelto.

 ¡Qué olas!  ¡Qué mar más bravo! Pero, marinero, hay que afrontarlo, su majestad es un experto en náutica y…  “sí se siembran  vientos, se recogen tempestades” pero, repito  prefiero ser “marinero en tierra”  y no zarpar en un  salvavidas, aunque sea de oro,  esperando llegar  a otros puertos  que no sean  los de esta España pues, como decía la canción “ España es la mejor!” aunque las pasemos  canutas siempre  saldrá el sol  y,  con las velas  de  la ilusión izadas a la espera de tiempos mejores,  navegaremos  por el mar de la vida, pero eso sí  como buenos marineros  bregando  con el   grato esfuerzo   de mantener  bien alto  el pabellón  de los humanos  valores y principios.

Inclinando la cabeza, para que no se me vean los ojos húmedos por la vergüenza de que nuestra patria viva situaciones semejantes y de que un buque insignia haga aguas, musito: “Dad al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios” y a nosotros los españoles, y los que convivan en esta embarcación, sean de cualquier otra nación:  salud, paz, pan y justicia para poder navegar en aires   de grandiosa libertad.          

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