Pestiños, buñuelos, … dulces sentimientos

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( A todas las abuelas,
que dan el dulce que solamente ellas
al niño saben entregar. )

Leyendo y viendo en este medio,
en “ Noticias de La Villa”,
esas fotografías tan reposteras y lindas,
las de las mujeres de la Asociación “ Aldea de Cucarrete”,
preparando esos artesanales dulces,
los que tienen sabor de tradición , porque son los de la abuela,
me traen recuerdos inolvidables,
que nos hacen paladear lo mejor
y vivir el amor entrañable
con que ellas, nuestras mayores, preparaban tales manjares.

Parece que estoy viviendo aquel tiempo
tan bello que se fue, pero nos quedó,
más que en nuestros paladares,
en el mismo corazón, donde permanece y estará
el imborrable buen gusto y sabor familiar.

Con esta noticia me traen y evocan aquellas Navidades,
las más dulces, las de la infancia,
pues, solamente en esa niñez, estas fiestas
son saboreadas con su total exquisitez.

El niño ve goloso aquel plato lleno
de pestiños, borrachuelos….y dulces diversos
pero no sabe, ni le importa, que fuera hace frío,
que el lobo maldito de paro, penurias, problemas varios,
espera con avidez para clavar los afilados colmillos
cuando crecemos y, hoy en día, por desgracia,
al estar tan hambriento, ni paciencia tiene a que adultos seamos
y, nos devora antes de salir a la puerta de la calle,
dentro de la misma casa nos mata.

Entonces, no sé qué ángel nos amparaba,
bueno , miento, sí que lo sé,
el dotado de unas grandiosas y cariñosas alas,
el de la unión y amor familiar,
y, el nada ambicionar, conformarse con lo que había
que, gracias a ello, nuestra infancia era larga,
muy preciosa y bonita porque aquellos niños
sabíamos jugar , cosa que hoy, casi hay que enseñar,
pocos saben hacerlo al juego de los juegos, los tradicionales,
y, predominan los que crean y esclavizan en adiciones

Y, además de los alfajores de Medina,
o los polvorones de Estepa,
con el calendario en la caja incluido,
si no había pestiños, borrachuelos…
la mesa estaba sin lo más grande;
para nuestros abuelos y para aquellos niños,
que los comíamos con tanta dicha
que, a la misma gloria nos sabían.

Sentarse a degustarlos, o cogerlos furtivamente,
mientras las cocineras los preparaban,
era un deleite saborearlos calentitos, rezumando miel
que escurría por nuestras manos
hasta llegarnos, por las mangas, a los mismos codos
y en el estómago,sumo deleite recibirlos

Oh! Eso si que asentaba bien!!
Qué Navidad tan bella¡!
Villancicos de zambomba, pandereta
y, pestiños, buñuelos y borrachuelos a la barriga vengan!!
Nuestros abuelos/as, y padres beben y beben
brindando con unos buenos tragos de anís
para que los dulces mejor pasen y pasen por allí
y, con su mirada puesta en nosotros,
los pastores del belén de sus vidas.

Mientras, ajenos los niños/as , dulce a dulce la barriga hartaban
de los caseros que nunca nos cansaban
pues, esa fiesta, de alegría familiar nos llenaba
y, sin beber, de júbilo nos emborrachaba;
pero, cuando somos adultos ya todo cambia,
viene envasado el dulce, ya no sale de las manos del cariño
de una madre o abuela que los prepara con amor divino
para su querido niño/a
que es reflejo de Aquel del cielo mismo.

Se nos entristece la fiesta al mirar
y ver que la sartén no está en el fuego
ni, en la mesa, trabajan aquellas manos la masa con primor
para hacer rosquillas y buñuelos
y, lo que es peor,
la silla aquella, la suya, está vacía
pero, en el corazón sigue viva
porque, la abuela, haciendo aquellos dulces, quizá no lo sabía,
amasaba nuestras vidas
con la flor de las harinas,
el amor que ella, a fuego lento cocina
para que mañana, aquellos niños aporten valores de dulzura linda
a la sociedad que tanto dulce necesita.

Recordemos, comiendo lo artesano,
los que hicieron cada Navidad que, año tras año,
viviéramos en plena felicidad entregándonos lo mejor, mucho amor.

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