Sequía de Lluvias e Ideas

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Ángel Tomás Herrera / Foto: Ángel T. Herrera | Abogado y Mediador

 

El antiguo puente de la vieja carretera asoma sus restos sobre las menguadas aguas de la cola del embalse de Charco Redondo – Los Barrios.

Este año se va a despedir con el árido aliento de la sequía generalizada, la peor de los últimos veinte años. La ausencia de lluvias y la mala gestión del agua resquebrajan por los cuatro costados las tierras de la Piel de Toro, mientras los cauces ven menguar sus niveles por día.

Los pantanos, ríos y demás unidades hidrogeológicas de nuestra comarca no son una excepción a este zarpazo climatológico. Donde antes corría el agua, ahora las piedras y el polvo imponen su presencia, mientras los embalses de mayor entidad, como son el Guadarranque y el Charco Redondo, descienden a niveles históricos con menos del 40 o 30 % de capacidad.

Y lo malo de la pertinaz sequía no es sólo la falta de agua, sino la ausencia de ideas. La ineficaz gestión del agua se ha instalado en el cortoplacismo, al igual que los proyectos e ideas de los políticos de turno, que siguen arrastrando sus ruidosas y caras cadenas por ese oscuro pasillo, enlosado del más absoluto nihilismo. Que podemos esperar de todos estos profesionales del engaño, cuando a los que gobiernan les pueden las mentiras y el ego y los de la oposición repiten la misma imagen, huérfana de renovación e hija de purgas.

Encaminando mis pasos sobre la pedregosa orilla del embalse de Charco redondo puedo atisbar los ojos del viejo puente, que asoma su destrozado cuerpo sobre las aguas. La sequía de un otoño veraniego ha descubierto los recuerdos sumergidos, materializándose en cientos de cadáveres de cangrejos, resecos, aferrados a las ramas que besan el lago, en un último y vano intento por existir. La falta de lluvia durante meses ha evaporado el agua de los ríos y el sentido común de los que mandan, que se prodigan mucho y mal, y siempre con esas políticas de babas, erráticas, de movimientos estertores y fútiles, como las marcas de las náyades en el barro seco. Todos estos oportunistas del instante no traerán la lluvia a los caminos, no traen de la mano la prosperidad prometida, ni van a devolver los derechos perdidos ni instaurar las vidas rotas. Tienen la garganta seca de mentir y la lengua envenenada de enjuiciar.

Con el agostamiento de los campos y las cabezas, poco se puede hacer. La sequedad ambiental engendra parásitos, vendedores de humo y discurso fácil. Como decía Nietzsche, cuántos hombres se precipitan hacia la luz, no para ver mejor sino para brillar. Vivimos tiempos difíciles, donde las decisiones políticas beben de la locura y crean monstruos, mientras la vorágine social, el régimen económico reinante y el cambio climático nos están llevando a callejones sin salida y fanatismos suicidas. Que malos timoneles para tamañas empresas … .

Mientras el agua del menguado embalse duerme entre las cañas marchitas oscurecidas por las nubes, mis pies se despiden del ajado puente. Por la vereda polvorienta, ácrata del olvido, vuelvo sobre mis pasos, que en tiempos de hipocresía, cualquier sinceridad parece cinismo. Habrá que ser positivo y pensar que más pronto que tarde la lluvia volverá a renovar de aguas los cauces, a llenar de vida los campos, aunque no consiga limpiar las malas conciencias de los que mandan ni remozar la foto de los que pretenden mandar. Después de todo, la sequía de lluvias tiene remedio, la de ideas no.

“Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde”.

Sir Francis Bacon.

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