Somos unos malos reyes

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Julio C. Pacheco | Vecino de Los Barrios

Así que pasadas, con más o menos estreches, o embriagados por el mayor o el menor de los abusos consumistas en nombre de estas fiestas, ya hemos entrado en otro año. Quedó un recuerdo para los que se marcharon definitivamente o andan lejos. Hemos celebrado las fiestas una sociedad en la que la mayoría fuimos educados y adoctrinados como cristianos. Es otro cumpleaños más de Jesús de Nazaret para los que entienden estas fecha con un sincero espíritu religioso. Para muchos el Dios al que asirse en los momentos complicados, buscar una buena razón para esta total sinrazón o luchar para intentar mejorar en lo que se está convirtiendo esta gigantesca letrina. Para otros, el dios que les sirve para intentar controlar la vida de otros y moldear sus consciencias para mayor gloria de sus intereses. Otra `fiestuki´ en una sociedad en la que hemos perdido la fe en lo humano hace tiempo ya, de lo divino ni les cuento.

Me dejo de divagaciones y volvamos a Los Barrios: ¡Pista, necesito pista… qué tomo tierra!

Ayer dándole un rato a la sin hueso con un buen amigo, volvimos al tema de cómo celebran en las calles, en éstas, nuestros jóvenes las fiestas. Tema arduo y complicado, muy complicado. Para éstas tocaba el montaje de una caseta en el recinto ferial. Las quejas. Su desmontaje, y la gente joven a las puertas de la plaza de toros, bien puestos, ni tan siquiera con un buen `emborrachodromo´ -como viene ya siendo lo habitual en cualquier núcleo urbano que se precie-. Una ponderación entre el que se divierte y el que tiene que sufrirlo.

Les puedo asegurar que éste que les escribe, ha navegado y ha pisado puertos. Y siempre que ha potado a la inversa no ha sido necesariamente por los vaivenes de un barco. Sin llegar a ser el personaje interpretado por Clint Eastwood, el sargento de artillería Highway, con su famosa frase: “He bebido más cerveza, he meado más sangre, he echado más polvos y he chafados más huevos que todos vosotros juntos, ¡capullos!”; tampoco soy un meapilas y lo que llevo vivido me ha gustado la juerga como a cualquier hijo de vecino. Lo cierto es que la situación no es fácil, sin entrar en el uso de una parcela que por el propio crecimiento urbanístico del municipio, éste, la vestirá. Puede que dentro de cien años -menos o más- Con un uso demanial -menos o más- Con la seguridad de que siempre habrá intereses económicos para hacerle el traje, aunque de momento ahí está con su proyecto y sus vecinos colindantes. Todo por ver.

Continué hilando la hebra con mi amigo sobre la gente joven. Éste ya con más de 60 tacos. Me comentó cómo el otro día un muchachito elegantemente vestido y con un buen coche le perdonaba la vida después de que mi amigo le recriminara haberse saltado un paso de cebra y casi atropellarlo. Volvió se puso a su altura y abriendo la ventanilla le buscaba. Como él me dijo: “Igual no tenía ni carné, era menor, le doy un soplamocos y encima le voy a tener que pagar una pasta. Los hemos creado entre todos. Es nuestra responsabilidad y son legión en este país. Se crían con la telebasura, los educa un ordenador, se modelan en los gimnasios… ¡Estamos viejos, compadre!”.

Como ya nos terminábamos la cerveza sin arreglar el mundo pues nos despedimos con eso de: ¡Qué sean buenos tus reyes! Y como él, que es un adicto a dejar la última sentencia, dijo: “Ahora ya sólo falta que sus puñeteros padres lo frustren más no regalándole el último móvil,

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