En rojo y negro

Tarea de Maestro la más difícil de la republica

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¡Maestro de niños! Es en mi sentir el empleo más difícil o de los más difíciles de la república. Palabras de Fray Martin Sarmiento, una de las figuras pedagógicas del S. XVIII español, nació en 1695 y murió en 1772. Persona dedicada a estudio de diversas áreas del conocimiento, dejó serias reflexiones sobre la Educación de los niños.

Algunas de sus conclusiones fijan la importancia de la presencia de buenos maestros, de ahí que dedique un apartado de su obra a ese asunto, haciendo especial mención a la necesidad de que, quienes se dedican al magisterio, sean personas que se sientan llamadas a asumir el oficio de maestro. Con meridiana claridad expone: “Obra es de misericordia enseñar al que no sabe. Pero que el que no sabe enseñar se meta a ese oficio para comer, no es obra de misericordia, si no de injusticia y de una charlatanería satisfecha. La culpa de ese abuso debe recaer sobre los magistrados, que buscando los mejores toreadores, gaiteros y danzantes para sus fiestas, no buscan un buen maestro para sus hijos.”.

Y es que para atender a la infancia, en esta delicada tarea de educar, se precisa ganas de hacerlo y mucha sintonía con el mundo infantil, para que el arduo, duro trabajo, de “bregar” con niñas y niños, se antoje liviano, reconfortante, satisfactorio, a pesar del cansancio que se acumula hora tras hora de incansable atención hacia todas estas criaturas y a cada una de ellas. De otra forma el desgaste psicológico es brutal y se acaba agriando el carácter e incluso asumiendo el fracaso con amargura. De estos oscuros momentos en la vida de maestras y maestros poco saben las gentes.

Ahora bien, sin quitar un ápice de responsabilidad sobre la tarea que desempeñan aquellas personas que viven cansinamente esta profesión, por no desearla, la “culpa”, inmensa recae sobre quienes las contratan para ello. En palabras de Martin Sarmiento, “deben poner todo cuidado y diligencia los magistrados para hallar y asalariar un buen maestro que les sepa educar bien su juventud. Importa dos cominos que un maestro de teología sea o no sea docto, pues sus discípulos ya no están en estado de preocuparse con los perjuicios del maestro. Todo al contrario sucede en los niños que beben y creen toda cuanta necedad les dicta el maestro rudo. Con eso comienza ya torcida la primera enseñanza de los niños.”. Le da mayor importancia al magisterio de la primera infancia que al resto del desempeñado en otras etapas educativas: “Para maestro de barbados basta ser docto en la facultad. Para ser maestro de niños no alcanza saber lo que les ha de enseñar si no sabe el peculiarísimo modo que debe usar para la enseñanza. Ha de ser en si docto; y se debe hacer ignorante con los niños. Ha de saber los primores de la lengua y se debe acomodar al humilde, y balbuciente estilo pueril”.

Todo un reto que se adquiere con el buen oficio. Y una vez formados en el quehacer cotidiano, poco importa si se es funcionario o interino, lo importante es cuidar y guardar a quien bien trabaja en la educación de niñas y niños. Antes de contratar es preciso saber a qué persona se encarga esta apasionante y delicada tarea, y, una vez formada por la experiencia, darle estabilidad para mantenerla. Porque para que la educación sea un tesoro, primero debe atesorarse el magisterio.

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