Yelmo de piedra

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Yelmo de piedra sin visera,
con tu presencia, traes a mi memoria recuerdos
que me asustan y, evocarlos no quisiera;
semejas fantasma que nos sales al paso a detenernos,
en nuestro cotidiano caminar, a pensar en aquel tiempo que historias encierra
de aquel no lejano ya pasado de terrenos muy yermos.

El que estos versos me inspiró
se halla ubicado en un otero contiguo a la Estación de Los Barrios,
mirando, sin ver, la inmensa vega del palmoneño río.
Es uno de los muchos pétreos cascos
que proliferan por la zona costera de nuestro Campo.
Nunca lo dotaron de visera
pues su frente, muy despejada,
siempre alta la tuvo, oteando a izquierda y derecha,
temiendo la llegada
de algún enemigo que por ahí penetrara.

Ojos hoy cegados
que ayer su mirada mataba.
Alegría siente la depresión del Palmones y toda La Bahía
al comprobar que estos cascos de piedra
ya están semienterrados en la misma tierra,
señal de que los barcos que buscan puerto
son pacíficos mercantes o cruceros
que no desembarcarán más que dicha y prosperidad
y nunca, misiles que mucho daño harán.

Yelmo de piedra,
estás todo cubierto de malas hierbas
pero, tus ojos,
aunque vacíos de la mirada de pólvora,
aún , al verlos, nos imponen a todos.
Ahora ya no eres nido de ametralladora,
y solamente habitará en ti
un reptil que busca, en alguna grieta de ahora,
de ese hormigón casi impenetrable, vivir,
pues, los pajarillos y otras aves canoras
de tu nido se alejan porque saben fue polvorín.

¿Qué sería, casco de piedra,
cuando estando en actividad plena, con metralla y metralla, riegas
los campos en los que también humanas vidas siegas?
Yelmo de piedra que muerte encierras,
ahora no eres nido y si, olvidado nicho;
no quiero tus miradas de fuego,
ellas solamente abaten seres humanos al suelo.
En esas vegas solamente debe crecer el trigo,
el pan de la grandiosa paz , que hace a los pueblos estar vivos.

Casco de piedra,
que te recubra la corona de las hiedras
y que yo no te vea, me traes recuerdos de guerra
y se me estremece el corazón nada más pensar
en que tu mirada de dinamita ocasionar pudo
que familias quedaran de luto.

Yelmo te culpo, perdona,
tú eres un búnker más de esa canana
que, en aquellos tiempos pusieron a nuestras costas,
eres solamente un cartucho y fortín
hecho para matar o morir
y ahora, te llegó tu más triste fin
porque, con los modernos métodos bélicos,
quedaste anticuado, retrógrado y muerto
en esos cerros que son tu singular mausoleo
y aquellos años eran tu mejor atalaya y hoy, tu sueño
ya es y será eterno, rodeado de mirtos, arrayanes y poleo
porque donde hay paz
sobre todo lo que huele a pólvora mortal.

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