En rojo y negro

A mal tiempo, dar la cara

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Con el ánimo sobrecogido por los testimonios veraces que en las redes van colgando personas corrientes, gentes de bien, trabajadoras de la salud, familiares de enfermos, observadores de lo que ocurre… comparto esta reflexión contigo persona lectora.

Saber que te mueres y que nadie puede hacer nada por ti, es hoy una posibilidad más cierta que hace unos días, cuando confiábamos que el sistema de salud podría atendernos y facilitar el reponernos, incluso de graves afecciones. Pero el colapso ha llegado. No hay suficientes medios para atender a quienes desesperadamente se ahogan y necesitan maquinas que le ayuden a respirar. Las personas profesionales de las llamadas Unidad de Cuidados Intensivos (UCIs) tienen el doloroso deber de decidir, cual dioses del olimpo, a quien entubar y a quien no, suministrándole un calmante para mejor morir.

Decisiones de este tipo nos guarde el destino tenerlas que tomar. Porque esa decisión nunca debería estar en manos de humanos, llenos de sentimiento y sensibilidad. Más aún en humanos que han decidido dedicar su vida a salvaguardar la de los demás. Pero es inevitable el que estas diabólicas disyuntivas aparezcan cuando se le ha hurtado inversiones a la red de salud pública, que es la que cuida de todas las personas.

Ahora ya se padece, se sufre y consecuentemente se sabe. Durante décadas se le ha negado el pan y la sal a los centros de salud y hospitalarios públicos. La población ha ido percibiendo el deterioro de la atención medica que cada día se les negaba y se iba asumiendo, poco a poco, día tras día, que era inevitable, que las listas de espera, fueran desesperantes, e incluso ineficaces, cuando la enfermedad avanzaba a marchas forzadas y las dolencias no entendía de esperas, citas para X meses, operaciones canceladas etc…

Y las gentes se fueron acostumbrando, las que podían, a hacerse seguros privados, para ser atendidas sin esperar tanto, porque las esperas eran más cortas. Se hizo normal esperar meses a que le dieran una cita para meses después. Los males generan miedos y hasta que no se conoce el diagnóstico la situación psicológica se deteriora. Primero porque la salud es lo primero que preocupa cuando se pierde y segundo porque la especie humana es especialmente curiosa y lleva muy mal la incertidumbre.

Sea como fuere en Madrid se mueren gentes que podrían vivir si en los hospitales hubiera el instrumental preciso. En Madrid enferman el personal sanitario contagiado por atender a las personas infectas sin medios para evitar el contagio y en Madrid la muerte se pasea por los hospitales. Y mientras esas tragedias ocurren los ministros se preocupan de garantizar algo de las economías destrozadas por la paralización de todo. Y alguien entre sollozos dice en un audio; “¿Cómo le va a importar a los politicos la situación económica fututa de los autónomos, si no les está importando una “mier…” la situación actual del personal sanitario? ¿Cómo se van a preocupar de la economía, si no se preocupan de nuestras vidas? ¡Esto es lo que hay!

Esto es ALARMANTE. Un instante para tragar saliva y reponer el ánimo para dar la cara, para exigir la dotación inmediata de equipos para todos los centros de salud que lo precisen.

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