Axiomático Amanecismo

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Nos ha dejado todo un genio, el cineasta José Luis Cuerda, guionista y director de grandes películas del Cine Español, como “Amanece, que no es poco”, “Total”, “Así en el cielo como en la tierra”, “El bosque animado”, “Los girasoles ciegos” o “La lengua de las mariposas”. Casi un año después de su última película, “Tiempo después”, el padre del amanecismo partía discretamente, camino de ese cielo disparatado que imaginó, iluminado por un absurdo existencialismo que marcó toda una prolija carrera.

Cuerda supo desacralizar los rigores de esta existencia mundana y caprichosa que nos gobierna, con la mágica varita de un humorismo absurdo que elevó a la categoría de filosofía surruralista, a piedra rosetta del humor costumbrista. Una mordaz gracia albaceteña que marcó sus películas y que parió una aristocracia del pensamiento, un movimiento amanecista cargado de axiomáticas e irreverentes verdades, castizas y esperpénticas, que han sido asimiladas por la cotidianidad que nos esclaviza y define.

Nos ha dejado todo un legado de tramas cargadas de ironía y absurdez prendidas de un haz de luz en la oscuridad. Siguiendo el principio hitchcockiano de que lo narrado, por un lado, tenga gracia y, por otro, maldita la gracia que tiene, Cuerda nos supo sumergir en la España absurda que sabe burlarse del cielo y la tierra, y de los ciudadanos solemnes. Supo tanto adentrarnos en los cerrados bosques gallegos, de la mano del pobre bandido Fendetestas, siempre perseguido por las almas en pena, como en las mentes obtusas que traicionaron a Don Gregorio, aquel profesor idealista que quiso ver la libertad en las alas de la mariposa, en la elíptica espiritrompa que dibujó por vez primera ese niño que todos llevamos dentro.

El genio se va, pero no se va del todo, al menos amanece, que no es poco. Y mientras las nuevas generaciones heredan la absurdez de una realidad regida por la mediocridad, creciendo en los bancales de una atmósfera estéril y absurda, las banderas y los escudos se convierten en simplificaciones insultantes. En un sindiós de país donde el aprecio que se tiene por el trabajo intelectual es cero, las frases que trufan la cinematografía de Cuerda se convierten en ley.

Y mientras conversamos sobre el narrador de narradores, ese William Faulkner, en mesas ruidosas de pueblo, donde lo mismo se elige al alcalde o el tonto de turno que a la puta de barrio, el amanecismo sobrevive a su creador, alimentándose del nihilismo de la existencia absurda, de tal manera que las vacas seguirán queriendo ir a la escuela, las paredes se derrumbaran a nuestro paso, los parados serán capaces de salir volando y la fallecida Doña Paquita seguirá apareciéndose como un espectro, una y otra vez, en los lugares más insospechados.

El maestro del celuloide, siguiendo a Dostoievski, entendió a la perfección que es mejor equivocarse siguiendo tu propio camino que tener razón siguiendo el camino de otro, que lo peor que a uno le pueda pasar es la desaparición de lo querido, que la vida se debe entender bajo el prisma de una crítica culta y una sonrisa, de una ironía absurda que saca de nosotros lo mejor y lo peor. El universo esperpéntico de Cuerda es eterno, está presente, nos pertenece ya a todos. Nosotros somos contingentes pero él era necesario.
Gracias Maestro.

“Tengo mis dudas y algunas tuyas también”.
José Luis Cuerda.

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