Desde mi plaza

Un país huérfano

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Hay quienes dicen que estamos huérfanos de artistas y cantantes. Huérfanos de un canto que haga pensar a la gente y diga cosas importantes más allá de “chico encuentra chica” o viceversa. Una generación de artistas clonados que “cantan sin decir nada” como decía el poeta de la chusma selecta.

En realidad, puede que estemos huérfanos de literatura, de filosofía, de cultura, de sentido común, de profetas, de sabiduría popular, como faltos estamos de políticos que sean más trovadores del asfalto que juglares del poder. Más políticos que escuchen el clamor de un pueblo que sufre en silencio las injusticias y menos los que practiquen la canallería en aquel templo custodiado por leones. Por cierto, los esculpidos en bronce, con más sensibilidad y dignidad que aquellos otros que están dentro.

Sin duda alguna, hay un olvido por parte de la clase política española de los intereses reales de la gente normal de la calle, la que vive el día a día sin esperar el mañana, los que quieren seguir adelante de una manera digna. Mientras tanto, en ese templo de la política, lo que prima es la discusión, el enfrentamiento y la ausencia de humanidad. ¿Cuánto tiempo hace que desde aquel añejo ambón no se predica una buena noticia?

En el fondo, este país está huérfano de verdaderos referentes cuyo discurso rebose humanidad y sinceridad, confianza y sabiduría. Se echan en falta hombres y mujeres como aquellos que lucharon, incansablemente, por una Democracia y por un país más justo y libre, ya lo hicieran con traje y corbata al “estilo Suárez”, con barba nazarena y guitarra en mano al más puro “estilo Sabina” o con sotana negra y un ducado en la boca al “estilo Tarancón”.

Huérfanos de artistas y cantantes, de políticos de talla, de un periodismo que no se venda a la ideología o al político de turno, de un sistema educativo que busque realmente el desarrollo pleno del alumnado, de una Iglesia que sea más heraldo del Evangelio que de Ortodoxia, en definitiva, de hombres y mujeres plenamente humanos, sensatos, inteligentes, que busquen el bien y se preocupen del otro.

Amigos y amigas, si no hay referentes, ¿quién los creará?, ¿el Estado, nuestro pésimo sistema educativo, los ausentes valores sociales, la debilidad del pilar familiar o los mayores a quienes despreciamos? La respuesta a estos interrogantes toma forma de silencio y el silencio siempre es cómplice. Ojalá, más pronto que tarde, esta orfandad que padecemos se convierta en olvido. Un abrazo a todos. Ánimo y adelante.

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