El galeón mensajero

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Isabel Camacho / @isacmpz | Escritora e Investigadora de Parapsicología

En estas fechas  próximas a Halloween  podemos encontrar miles de artículos relacionados con este tema  y algo también muy frecuente en estos días son los relatos de misterio o de terror. Por eso he decidido  en vez de escribir un artículo, comenzar este mes y cerrarlo con relatos cortos de mi propia cosecha.

Espero que os guste.

El galeón mensajero

Hay veces que extrañas vivencias pueden cambiar tu forma de ver la vida. Esto le ocurrió a nuestro protagonista.

Marcos un hombre de mediana edad, escéptico donde los haya, pero en el fondo bastante curioso.

 Era una persona solitaria, no tenia familia ya que sus padres habían fallecido cuando él era pequeño en el naufragio de un crucero.

 No era una persona abierta, le costaba relacionarse con la gente y además era inmensamente desconfiado.

Se refugiaba en la soledad desde pequeño ya que era cuando mas acompañado se sentía, en su corazón odiaba todo lo paranormal por el simple hecho de que pudiera ser verdad y sus padres estuvieran ahí  y no hubieran contactado con él.

 Al contrario de sus padres que si eran muy aficionados a estos temas.

 Una noche de viernes  después de dar varias vueltas al listado de canales de televisión, aburrido sin encontrar nada interesante.

Se puso a ordenar cajones que tenía pendiente desde hacia tiempo y en uno de ellos encontró una vieja radio, con la cual él jugaba de pequeño. Aun conservaba un dibujo suyo rallado en la tapadera de las pilas.

Con tanta tecnología que tenía en su casa, ese aparato estaba abandonado desde hacía años, pero el aburrimiento le puso a indagar por si aun funcionaba.

Y así fue extrañamente aun funcionaban las pilas por muy deterioradas que estaban, después de varios intentos de sintonizar algún canal empezó a oírse muy distorsionada la voz grave de un locutor.

Marcos que era muy testarudo, unido a que no tenía nada mejor que hacer, no paró hasta conseguir oír bien esa frecuencia.

No sabía de qué trataba el programa, ni mucho menos le interesaba arreglar la radio pero no cesó hasta que lo consiguió.

Cuando se comenzó a oír claramente, el programa era de parapsicología y casualmente trataban de naufragios.

-Vaya hombre, que mala suerte. No podía ser de otra cosa.-dijo en voz alta.

 Siguió trasteando en los cajones con la radio de fondo  pero no podía evitar oír lo que se estaba contando en el programa, cada vez que hablaban de las personas que habían fallecido en algún naufragio, Marcos se enervaba más.

Hasta tal punto que se levantó lleno de ira y estampó la vieja radio en el suelo, dejándola rota en cientos de piezas esparcidas por la habitación.

No quería pensar en nada ya le había traído suficientes malos recuerdos  el dichoso programa, así que continuo en silencio mirando entre los cajones.

A sus manos vino un viejo cuaderno de notas de su padre, en el cual ponía en la portada:

“Lugares pendientes de investigar”

Empezó a ojearlo por encima y eran trayectos por campos de la región.

Marcos pensó que el padre que también era aficionado al senderismo había marcado esos lugares para hacer alguna ruta.

 Como se acercaba la época estival había decidido empezar a practicar deporte para perder algunos kilos de más que había acumulado durante el invierno.

Se lo ocurrió la idea de empezar a hacer en bicicleta las rutas que tenia marcada su padre en aquel cuaderno.

Con este nuevo objetivo se olvido del enfado y se fue a la cama pensando en lo que tenía que comprar para el domingo empezar con la primera ruta.

Y así lo hizo, el sábado se compró todos  los preparos necesarios para el día siguiente.

Por fin llego el domingo, Marcos  se levantó a las 7 de la mañana, había leído varias veces los caminos marcados por su padre pero como no conocía ninguno decidió empezar por el primero, para ir por orden y cada semana hacer uno.

Se monto en su coche con la bicicleta amarrada en la baca y emprendió su camino.

Después de más de dos horas de viaje llego a un pueblecito que estaba en la sierra y la ruta de su padre comenzaba en un frondoso bosque que estaba tras este pueblo.

Decidió dejar el coche a final del pueblo, se preparó y empezó a pedalear monte arriba.

Eran casi las 11 de la mañana y el día estaba muy soleado, al poco tiempo empezó a tener bastante calor y pensó que quizás no había sido buena idea empezar tan tarde esta ruta.

Pero ya que estaba no se iba a volver.

El paraje era desconcertante, no había ningún tipo de sendero por el cual guiarse, Marcos  ataviado con una brújula iba tomando notas para recordar el camino de vuelta.

Solo sabía que en el cuaderno su padre había dibujado la montaña y en medio de ella una pequeña explanada marcada con una cruz. Como no sabía las distancias se marco el objetivo de llegar hasta allí y volver.

El paraje era precioso, pero le llamó la atención el silencio ensordecedor que había en la zona. No se oía ni el trinar de un pájaro, pero Marcos no le dio mucha importancia y siguió su camino.

El cansancio empezaba a hacer mella en el, hacía tiempo que no practicaba deporte y la montaña era  muy empinada mas el calor que estaba empezando a apretar. Cada vez le costaba más trabajo seguir.

Cuando de repente un tremendo estruendo se oía venir montaña abajo, se paro y se quedó quieto no sabía qué hacer.

El ruido se acercaba muy rápido y antes de que se diera cuenta se vio arrastrado por una inmensa cantidad de agua como la ola de tsunami.

Por momentos parecía estar en mar abierto ya no veía ningún árbol, su cuerpo era balanceado como si fuera un muñeco, sin fuerzas para luchar. La angustia de que se estaba ahogando empezó a invadirle e incluso notaba como el agua entraba en sus pulmones, hasta que perdió el conocimiento.

Marcos despertó desorientado en una explanada en medio del bosque, su ropa estaba totalmente empapada pero en el suelo no había ni gota de agua.

Miró a su alrededor y había restos de un naufragio, trozos de piezas de un barco destrozado, esparcidas por todas partes.

Se levanto aturdido y tambaleándose no entendía nada. Era imposible lo que había ocurrido. Estaba en una montaña  a muchos kilómetros del mar.

Decidió acercarse a los restos para ver si descubría algo, parecían de un barco antiguo y efectivamente así era, al mirar más adelante pudo ver un galeón casi roto en dos pedazos por un enorme agujero en su parte central.

Esto era imposible, tenía que ser un sueño, una alucinación o algo parecido.

Fue acercándose cautelosamente cuando escucho gritar su nombre.

-¡Marcos!

Se quedo de nuevo paralizado y un tremendo escalofrió recorrió su cuerpo, tenia pánico  y a la vez pensó que podía ser  su padre.

Cuando del agujero del  galeón salió un hombre vestido con ropa de época, parecía del siglo XVI, estaba un poco desgarrada. Tenía el pelo largo y muy negro. Llevaba barba crecida de varios días.

Se acercó a él con paso firme mientras Marcos se mantenía inmóvil y le dijo:

-No te preocupes chico, hemos salido de peores tormentas. Te traigo esto que es tuyo.

Y le dio la vieja radio que Marcos había roto la noche del viernes, pero estaba totalmente nueva y reluciente y con el mismo dibujo que el había rallado de pequeño en la tapa de las pilas.

Mientras se la daba le decía:

-El barco no se abandona aunque hayamos naufragado, un verdadero hombre nunca se rinde hasta que llega a puerto.

 Marcos quería decir tantas cosas que no le salían las palabras y solo balbuceaba.

El tripulante del galeón le hablo de  nuevo para despedirse diciéndole:

-Sigue el  mapa grumete y encontraras tu ansiado tesoro, hasta la vista.

Acto seguido se giró en dirección al barco y lanzo una voz.

En unos segundos empezaron a aparecer el resto de la tripulación del galeón  y se pusieron a reparar los daños.

Marcos perplejo seguía intentando pronunciar alguna palabra cuando se desplomó en el suelo.

No sabía el tiempo que había trascurrido, cuando lo despertó el sol tan intenso que daba en su rostro.

Abrió los ojos y se levanto de un salto, se toco la cara, el cuerpo, estaba vivo y sin ningún rasguño.

Miró a su alrededor y se encontraba al comienzo del bosque, a pocos metros de donde había dejado el coche.

Se volvió a quedar bloqueado recordando todo lo vivido, de nuevo comenzó  a tocar su ropa que estaba totalmente seca y su bicicleta también estaba perfecta, apoyada en un árbol.

¿Pero que había pasado? ¿Había sido un sueño? O ¿quizás había perdido el conocimiento del cansancio?

Eran tantas preguntas las que le rondaban la cabeza que se volvió a sentar a los pies del árbol donde se había despertado, para intentar aclararse.

Pero al sentarse puso la mano sobre algo, era la radio que le había dado el tripulante del galeón y la misma que él había destrozado.

Marcos volvió a casa con la radio, busco los restos  que había tirado a la basura del viernes y no había nada.

La radio funcionaba perfectamente con las viejas pilas, incluso mejor que antes ya que sintonizaba las emisoras a la primera.

 Ahora todos los viernes por la noche escucha aquel programa de parapsicología en su vieja radio.

Nunca supo que ocurrió ese día, pero desde entonces cada domingo sigue haciendo las rutas del cuaderno de su padre, con la esperanza de encontrar su preciado tesoro.

 

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