Entre tramas e hilillos

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José Antonio Ortega | Periodista y escritor

En su último informe, Intermon Oxfam, ONG de carácter solidario que trabaja en defensa de los derechos humanos, un orden económico más justo y para erradicar el hambre en el mundo, daba a conocer esta semana datos que ponen en evidencia la desigualdad social imperante. Señala dicho informe que los 180.000 millones de euros que ingresaron durante 2012 las cien personas más ricas equivalen a cuatro veces la cantidad necesaria para poner fin a la pobreza en el planeta. También dice que en los paraísos fiscales se acumula la tercera parte del PIB mundial, que el 1% de la población más afortunada del planeta ha incrementado sus ingresos en un 60% durante las últimas dos décadas y que la crisis no ha hecho más que acelerar esta tendencia. Como para echarse a llorar.

Siempre lo he afirmado: algo no debe funcionar muy bien cuando hay gente que partiéndose el lomo y dejándose la piel en su trabajo gana menos de un dólar diario, y eso cuando les pagan, y gente que por tocarse los mismos o, lo que es peor, por tocárselos al prójimo, ni se sabe. Para que luego nos digan que este es el mejor de los mundos posibles. ¡Dos cojones y un palito! Y, si es así, apaga y vámonos, o párenlo, como decía la canción, que yo me bajo.

¡Dios Santo, en manos de quiénes estamos!, exclama este agnóstico convencido que les escribe. Al Capone, John Dilinguer, Frank Costello o Lucky Luciano pueden considerarse poco menos que hermanitas de la caridad si se les compara con algunos de quienes en cierto modo hoy sospechamos que manejan los hilos, que no los hilillos.

Y ya que de hilar se trata, y como viene a cuento, permítaseme que les diga que los de la Gurtel y otras tramas similares, así como sus adláteres, créanme, son algo así como la representación española de ese gobierno planetario en la sombra cuya existencia vienen denunciando esos a los que llaman paranoicos de la conspiración desde tiempo ha.

Si terminan demostrándose los hechos que se han conocido a través de los medios de comunicación en los últimos días, puede afirmarse que lo de Bárcenas y cía es de los casos de corrupción más graves en la historia reciente de nuestra democracia. Como el de los eres en Andalucía, me recalcará más de uno. Como el de los eres, en efecto, lo admito. Salvo en un detalle no menor sino verdaderamente importante: que el caso de los eres es consecuencia de un mal funcionamiento de un sistema concebido para ayudar a empresas en dificultades y trabajadores condenados al desempleo, del que aprovechándose de su posición –tal es la condición humana– se ha beneficiado más de un listo sinvergüenza; y el de Gurtel, fruto del trapicheo practicado durante años en torno a la adjudicación de contratos desde diferentes administraciones gobernadas por el PP y el cobro de comisiones ilegales, para el lucro de unos pocos, no sabemos todavía quiénes ni cuántos. Es decir, una organización montada para delinquir, para mangar con premeditación y alevosía.

Lo que pone de manifiesto una vez más que la corrupción no tiene nada que ver con una mayor o menor presencia del sector público en la economía ni con el nivel de gasto, sino en qué y cómo se gasta el dinero de los ciudadanos. Y que despilfarrar no es destinar partidas del presupuesto a becas, ayudas a la dependencia o la sanidad, sino dejar que haya quien se lleve los dineros que no le corresponden para casa, Suiza, las Islas Caimán o dónde le venga en gana, de estraperlo.

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