La Factura de la Luz: Atraco a Mano Armada

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Ángel Tomás Herrera | Licenciado en Derecho y Mediador

Decía mi paisano, Ramón Pérez de Ayala – uno de los tres padres espirituales de la despedazada República, junto con José Ortega y Gasset y Gregorio Marañón – que “cuando la estafa es enorme ya toma un nombre decente”. Y es que en esta España rojigualda de Rinconetes y Cortadillos estamos acostumbrados a bautizar de decencia la estafa y vestir con corona y traje de Armani la corrupción.

Ejemplos de estas “estafas normalizadas y adecentadas” son las cláusulas suelo y el recibo de la luz, que han enmudecido las guerras bizantinas del hemiciclo, poniendo de manifiesto quien realmente manda en este país: Los bancos y las compañías eléctricas. En muchos hogares españoles, cuando cae la noche, el frío se apodera de los huesos, arremolinando las almas junto a la improvisada estufa de gas o el brasero de picón de la abuela. La comida de cuchara hace sonar los platos que cada día cuesta más llenar, mientras una luz mortecina, a la que no se acercan ni las polillas, preside la estancia. Esta es la atmosfera de racionamiento energético a la que han condenado a muchas personas. Una versión moderna de “Los Comedores de Patatas” de Van Gogh.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que la temperatura de una vivienda debe estar entre 18º y 22º C, algo inalcanzable para millones de españoles castigados por la llamada “pobreza energética”, aliada de la desnutrición infantil y el paro crónico. España es donde más han crecido las desigualdades sociales y la pobreza energética, donde más han bajado los salarios y subido los precios de servicios y productos. Por eso resulta insultante comprobar que el recibo de la luz español sea el tercero más alto de la UE, mientras no se pone freno a un oligopolio de manipuladores cuasimafiosos.

El pasado 18 de enero comenzaron a regir en España las nuevas tarifas eléctricas, en medio de una ola de frío sin precedentes en Europa, hasta alcanzar este pasado miércoles la friolera de 101.99 euros el megavatio. No poder calentarse, no tener unas condiciones de calidad de vida aceptables por culpa del precio energético, avivan el deterioro de la salud, la mortandad y la exclusión social. Son la puntilla de enfermedades como la epidemia de gripe actual, que ya ha llevado al cementerio ó al hospital a muchos españoles. Y mientras saltan los plomos en la mitad de casas, las compañías del desconocido mercado mayorista o pool acuden a subastas diarias – antes trimestrales – donde fijan el precio de los megavatios, cuántos pueden ofrecer y de dónde. A coste cero entran en las pujas la energía nuclear (las centrales están amortizadas) y las renovables. Ordenadas de menor a mayor precio, les siguen las centrales hidráulicas, las de gas de ciclo combinado y, finalmente, las térmicas alimentadas por carbón, que son las más costosas. El precio que se fija al final será el que arroje la energía más cara al entrar al sistema, generalmente aquélla que se nutre de combustibles fósiles y contamina más.

A este precio derivado de la generación eléctrica debemos sumar los costes de los oportunos impuestos – el 60% de la factura – y el coste de transportar la electricidad, desde donde se produce hasta la lámpara de su salón. También debemos añadir en el recibo seguros y servicios de mantenimiento, que si no reclamas te colocan por regla, así como partidas insólitas, como el llamado “servicio de interrumpibilidad” que sirve para garantizar el suministro de electricidad estatal, algo que nunca ha ocurrido al haber caído el consumo nacional y tener sobrecapacidad de producción ( Para hacer el papel el Gobierno eliminó este coste, siendo sustituido por el llamado “coste de energía en mercado”, que no deja de ser lo mismo, una subvención encubierta destinada a determinados grupos industriales que todos pagamos ).

Creo que de poco sirve que la Fiscalía de lo Civil del Tribunal Supremo haya abierto diligencias para averiguar las razones de los “sucesivos aumentos” del precio de los recibos de la luz o que el asunto se denuncie a las autoridades europeas, mientras no exista un control efectivo de la tarificación por el Gobierno. Hace falta bajar el precio fijo asignado al recibo de la luz, eliminar costes encubiertos y pasarlos por los presupuestos generales estatales, así como hacer una reforma en profundidad del mercado energético español. Estas medidas, y la de apostar por una liberalidad real del mercado y las ventajas que ofrecen las energías renovables o alternativas, harán que baje el precio de la luz. Penalizar el abuso y el atraco es una cuestión de justicia social y una medida de sostenibilidad ambiental, que más tarde o temprano tendremos que abordar.

Ahora si no han entendido ustedes bien la explicación de por qué tenemos un precio récord en el recibo de la luz, o se han perdido en cifras, se lo puedo resumir en palabras del Presidente Rajoy y del Ministro de Energía, Álvaro Nadal: El precio sube porque hace frío, no llueve y hace viento; porque el petróleo es más caro y hay escasez de energías a nivel mundial, y porque Francia tiene muchas nucleares pasando la ITV y nos compra energía barata, haciendo que aquí suba el precio del recibo. En fin, que la culpa al final será de Manitú, no de la estafa colectiva, consentida, continuada y “decente” – como diría Pérez de Ayala – de unos recibos de la luz inflados y a todas luces abusivos.

“El poder más peligroso es el del que manda pero no gobierna”.

Gonzalo Torrente Ballester.

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