Érase una familia muy pobre que solamente comía lentejas.
Los hijos se quejaban: –
-“Mamá, otros niños comen manjares muy ricos!!”
La madre contestaba:
-“Ellos se lo pierden. Los poderosos tendrán oro almacenado en sus arcones pero, aunque muerande hambre, no pueden comerlo”.
Los pequeños no comprendían aquella explicación materna, pero si sabían que, cuando ellos terminaban de comer las lentejas, quedaban satisfechos.
Un día se encontraron con uno de los hijos de aquellos magnates y este les insultó:
-“¡ Apartaos, muertos de hambre!”
El hermano más avispado comprendiendo lo que dijo su madre contestó:
-“Nuestras tripas, que tú crees vacías, están llenas de pepitas de oro”
Marcharon, unos y otros, el rico, pensando en aquellas palabras en llegando a casa dijo a sus progenitores:
-“Me dijeron unos miserables campesinos que tenían pepitas en sus estómagos”
Los malvados magnates avaros envidiosos, mandaron secuestrar a los niños. En el encierro les obligaron a defecar para recogerlas pero, solamente encontraron lentejas y más lentejas.
Los azotaron por mentirosos y, casi moribundos los soltaron.
Uno dijo:
-“Nosotros comemos lentejas y, vosotros, creyendo que tenéis oro nunca degustaréis esas grandiosas pepitas. Serán ellas las que os comen vuestra tranquilidad. Es mejor tener las tripas vacías que las entrañas colmadas de la corrosiva envidia”.
Cuando llegaron a sus humildes casas abrazaron a sus padres y la madre les preparó un calentito plato de lentejas y los niños exclamaron:
-“Por nada del mundo os cambiamos!!”
No es rico el ambicioso, lo es el conformista laborioso, el gran buen pobre rico.
Noticias de la Villa y su empresa editora Publimarkplus, S.L., no se hacen responsables de las opiniones realizadas por sus colaboradores, ni tiene porqué compartirlas necesariamente.