Manuela Azuaga Soto “La Barbera”

Esta es la historia de Manuela Azuaga Soto, nacida el 16 de septiembre de 1915 en Los Barrios, Cádiz, en la calle Corredera nº8, hija de Manuel y María. La historia de esta mujer va ligada a la historia de su marido, Antonio Amancio Norberto "El Barbero"

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M. Javier Grimaldi Amancio / Nuria Grimaldi Amancio | Palmones

A la edad de quince años viene a trabajar a Palmones como empleada de hogar, aquí conoce a Antonio, natural de Palmones, de profesión barbero.

Tras varios años de noviazgo empiezan a montar una casa en Palmones llegando incluso a amueblarla.

Pero el 18 de Julio de 1936, el General Franco se subleva y organiza un golpe de estado al gobierno democrático de la II República Española, entrando en el Campo de Gibraltar a finales de Julio con las tropas moras a su mando.

Antonio es un joven con ideas liberales afiliado al sindicato de la CNT. Por temor a ser fusilado por las tropas rebeldes propone a Manuela abandonar Palmones, camino de Málaga que todavía está en manos de los leales a la República.

Cuando llegan andando a Málaga se encuentran con el bombardeo de esta ciudad, formando parte de lo que se denomina “La Espantá” de Málaga, el éxodo de miles de personas que huyen andando hacia Almería. Por el camino continúan los bombardeos desde mar y aire, teniendo que ver cientos de muertos por las carreteras, madres con hijos muertos en sus brazos, embarazadas y escenas que nunca olvidarían.

Cuando llegan a Almería deciden dirigirse a Murcia, exactamente hasta el destacamento de aviación de Alcantarilla, donde él se alista en el ejercito republicano.

Como su profesión era barbero ejerce de barbero y peluquero, no entrando nunca en batalla. En estos años que vive en Alcantarilla, Manuela da a luz a su primera hija, Antonia.

En 1939, cuando se pierde la guerra, el General Franco hace un llamamiento, donde le pide a todos los que no tengan sus manos manchadas de sangre que vuelvan, que no les pasará nada.

Ante esta llamada y estando Manuela embarazada de siete meses de su segunda hija, María, deciden volver a Palmones.

Pero la sorpresa es mayúscula, al encontrarse que todo es mentira, un engaño y es acusado por ser dirigente sindical y uno de los promotores de convertir la iglesia de Palmones en escuela y ateneo republicano.

Es condenado a muerte por Franco e ingresa en la prisión de San Roque, coincidiendo en la cárcel con el maestro Juan González y el ex alcalde republicano de Los Barrios Benito Muñoz.

Después es trasladado a la cárcel de El Puerto de Santa María, Cádiz, donde cumple cuatro años y es liberado después de una amnistía, sale de ella y regresa a Palmones.

En ese periodo de cuatro años Manuela se encuentra sola con dos niñas en el mundo, por lo que se hace estraperlista para dar de comer a éstas y el resto de la familia, sus padres y un hermano enfermo: sube al tren en Los Barrios camino de Ronda y Setenil con el tabaco, azúcar y otros productos comprados en Gibraltar y regresa con garbanzos, chorizos y morcillas que vende en Los Barrios, para así ganar el doble, lo que saca al tabaco y a la chacina.

Pero Manuela no sólo tiene que transgredir la ley sino que también es capaz de vivir cuarenta años sin hacer el saludo fascista al paso de las comitivas, plantar al sargento de la guardia civil que la reclama frecuentemente para molestarla porque su marido está preso por rojo…

Aunque republicana y nada católica Manuela es una mujer muy creyente, que sueña premonitoriamente con Jesús, que la advierte de los peligros, como si viviera con ella y en ella.

En 1943, Antonio sale de la cárcel y al año siguiente Manuela da a luz a su tercera hija, Juana. Ya entonces han montado una tienda y una barbería en Palmones, que pasarán más tarde a la calle que hoy se denomina Alférez Provisional.

En esa casa conocida como “la tienda de la barbera” es donde Manuela vive los mejores momentos de su vida. Mujer muy trabajadora, se hace cargo de sostener tanto a su familia de origen como a la propia. No habiendo asistido a la escuela, sin saber leer ni escribir, inventa su propio sistema de contabilidad, unos símbolos “numéricos” que le permiten llevar sus cuentas, que solo ella misma entiende y enseña a su familia.

Son los años cuarenta, los llamados años del hambre. Al igual que hay personas que utilizan esta situación para aprovecharse de la necesidad de otros, ellos, como algunos otros, ayudan sin ánimo de lucro: lo de Manuela no es solo una tienda. Todas las noches viene gente a pegar en su ventana, de noche porque la gente que no tiene para comer no suele salir de día, un poco por vergüenza, por no dar cuenta de lo que están viviendo.

Siempre es lo mismo: “Manuela que mis hijos no han comido hoy.”

Manuela se levanta y les da para hacer unas gachas o para poner un puchero.

” Manuela, que mañana tengo que llevar al niño al médico, que está muy malito y no tengo dinero.”

Manuela se levanta para dejarle dinero, a devolver cuando pudiera o si venia la cosa muy mal…

Pero eso nunca importa a Manuela ni Antonio.

Así como toda persona que viene pidiendo encuentra un plato caliente en casa de Manuela otra gente le dice “Antonio ¿para que le dejas dinero a ese, si sabes que no te lo va a devolver?” y él siempre contesta: “Sabes lo que te digo, que desnudo nací y ahora vestido estoy”.

Este peregrinar es una noche si y otra también. Los años del hambre fueron muy duros para muchas personas en España. Palmones es un pueblo marinero y los turnos de la mar duran un mes, dos o tres meses si van a la merluza.

En ese periodo de tiempo se compra en la tienda de “La Barbera” fiado. Y cuando el turno viene bien se le paga, y si el turno es malo pues se le paga el próximo turno y mientras se sigue comprado fiado en la tienda, hasta que el turno venga bien para saldar la deuda.

“Manuela, que este mes no te puedo pagar.”

“No te preocupes, el turno que viene será mejor, que aquí está la Barbera.”

Éste es el carácter de Manuela: trabajadora, creyente, transgresora, cuidadora… Nos dejó refranes, frases populares y dichos propios, imposibles de olvidar y de no seguir usando por sus descendientes y vecinos. es por esto que todavía es fácil escuchar en Palmones “como decía la barbera…”

Estoy seguro, que si Manuela y Antonio hubieran sido de otra manera hoy en día habrían dejado una fortuna a sus hijas. Pero no hay mayor orgullo para ellas que poder decir “mi padre tiene en Palmones, por petición popular, una Plaza denominada Antonio Amancio Norberto “El Barbero”.

Y mi madre una calle que pasará a llamarse Manuela “La Barbera”.

Este matrimonio fue único e irrepetible. Las buenas personas siempre dejan huella en la historia.

 

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