Antonio Pérez Girón | Periosdista y escritor
Nada más ser elegido por los cardenales ya le criticaban. Tampoco hubo un especial entusiasmo más allá del hecho de ser el primer Papa latinoamericano. Y su rechazo a la mitra de oro y piedras preciosas y al trono con la tiara, entre otros atributos de gran lujo, no dejaba de ser un gesto que podría estar orientado a la galería. La falta de credibilidad de la Iglesia católica impidió ver el mensaje cuando afirmó que su elección era como “obispo de Roma” en vez de papa, presentándose ante los fieles no para bendecirles, sino para ser bendecido por ellos. Para refrendar su aserto pasó a habitar la residencia de Santa Marta en vez del palacio Vaticano.
Sin embargo, las declaraciones del papa Francisco durante su estancia en Brasil parecen ir más allá. No habíamos escuchado de sus antecesores una palabra de comprensión hacia los homosexuales y él las ha tenido. Ha defendido el Estado laico, con manifestaciones como ésta: “La convivencia pacífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la laicidad del Estado, que, sin asumir como propia ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia del factor religioso en la sociedad”.
A los jóvenes los ha animado a que no se resignen sino que den paso a la indignación contra política corrupta y egoísta. Del mismo modo, ha pedido a los dirigentes políticos una visión humanista de la política y un compromiso ético, “como un desafío histórico sin precedente”.
Con los miembros de la Iglesia ha sido claro: “Que me perdonen los obispos y los curas, pero la Iglesia tiene que cambiar”, achacando a la incoherencia de la misma la pérdida de la fe de muchos creyentes.
Francisco parece dispuesto a afrontar la marginación a que somete la Iglesia al movimiento de la Teología de la Liberación. En este sentido, ha mostrado interés en entrevistarse con el teólogo ex franciscano Leonardo Boff, uno de los padres de dicho movimiento. La nueva visión del papa podría llevar a la rehabilitación de más de 500 teólogos condenados durante etapas anteriores.
Asimismo ha mostrado determinación en acelerar el proceso de beatificación de Óscar Romero, arzobispo de El Salvador, asesinado por miembros del ejército en 1980, por sus críticas a la represión contra el pueblo salvadoreño.
¿Será verdad que estamos ante un papa dispuesto a efectuar la reforma radical que permita reducir el abismo hoy existente entre la Iglesia católica y la sociedad? Ojalá no estemos ante unas expectativas ilusorias y sí nos hallemos ante un papa en consonancia con el olvidado Vaticano II. Vencer la resistencia del aparato de poder de la Curia no será tarea fácil, pero el papa Francisco parece decidido a ello. En el empeño está su credibilidad y la propia salvación de la Iglesia.
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